Estado de derecho para prosperar 

Columnistas, Opinión

No prosperan los países sin Estado de derecho. Este es crítico para la economía. Sin fe en la ley y en la justicia, los emprendedores y empresarios dejan de planificar e invertir con expectativas en el futuro. Bajan su horizonte y optan por sobrevivir en el presente. Ante la incertidumbre de abusivos cambios normativos y la desconfianza frente a jueces opacos, tratan de ganar lo que puedan ahora, habiendo sacado el mayor provecho de su actividad, sin temor, muchas veces, a moverse por los márgenes de la ley. Es que el temor a perderlo todo por la inseguridad jurídica reinante, les lleva a correr todo tipo de riesgo. 

El Estado de derecho ha sido la principal herramienta con la cual han crecido y se han desarrollado las economías más potentes del mundo libre, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Australia. En China, la segunda economía del mundo, la certidumbre jurídica garantizada por el partido Comunista, dirigido verticalmente, ha estado detrás del milagro chino, guiado por el Estado y seguido por empresarios cobijados por el gobierno. En todo caso, lo interesante es que se pueda apreciar las fortalezas del Estado de derecho en los países democráticos.

Gran Bretaña es uno del los países desarrollados con un Estado de derecho sólido. Cuenta con jueces muy competentes, honestos e imparciales. Los abogados litigantes tienen tal preparación que se consideran los mejores del mundo, especialmente los llamados barristers, esto es, los únicos habilitados para argumentar en las cortes. Las grandes compañías del mundo suelen pactar en sus contratos comerciales que las diferencias se ventilen en la justicia inglesa. Si bien el Parlamento puede cambiar las normas con rango constitucional y, por supuesto, las que tienen un rango inferior, con una simple mayoría, los cambios normativos no afectan los derechos sustanciales de las personas, por lo que a nadie le preocupa que pueda ser despojado de lo que le pertenece por una nueva ley.

Ecuador tiene Estado de derecho. Sin embargo, es tan débil que sólo algunos conectados con el aparato litigan con confianza en el sistema judicial; muy pocos tienen la certeza que las leyes de la Asamblea, las ordenanzas de los municipios y las regulaciones de tantas entidades públicas, no les afectarán, y la mayoría vive y trabaja en medio de la incertidumbre jurídica. Si bien es prioritario combatir al crimen organizado y procurar la estabilidad macroeconómica, no menos importante es la construcción de un Estado de derecho fuerte. (O)

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