El traductor humano / Jaime Guevara Sánchez
Se presentó la oportunidad de hacer una ‘chauchita’ de unos buenos dólares. Traducir correspondencia del idioma extranjero al español y viceversa. Cuando mencioné mi tarifa, el hombre abrió los ojos como pailas y dijo: “En el computador hay programas para traducir; de modo que no es ninguna cosa del otro mundo”. Nos despedimos amigablemente.
Es verdad que hay programas para traducir idiomas. Uno escribe el párrafo que se quiere traducir al inglés, por ejemplo. Como la traducción, en la pantalla, no satisface la idea del idioma original, expresada por el autor original; entonces, hay que hacer algunos clicks para obtener varias versiones. El resultado es ´nones´. En resumen, en opinión de este modesto trovador de caminos, es imposible una traducción fidedigna por medio del computador. ¿Por qué?
El idioma es un universo. Cada uno de los idiomas, más usados ‘modernamente’, tiene entre 120 mil y 140 mil palabras que pueden ser consideradas raíces. Lo demás son flexiones de esas palabras, como las conjugaciones, los diminutivos, masculino, femenino, singulares, plurales, etcéteras. Estas flexiones, incluidos todos los etcéteras, pasan de cinco millones. Cada verbo tiene su forma de funcionamiento peculiar. Un mismo verbo desempeña función e ‘intención’ diferentes de acuerdo con cada situación particular.
Como si todo lo anterior fuese poco, el lenguaje es mucho más que palabras, más que gramática. El lenguaje es el ser humano mismo. Ningún programa de computación podrá, ‘jamás’, reemplazar al traductor humano, porque solo el hombre puede interpretar la intensión, las emociones, el propósito, contenidos en las expresiones de otro hombre, de otra mujer, ¿por qué? Porque traductor y traducido comparten la estructura orgánica, psicológica, cerebral, de seres humanos.
Salvo en traducciones de términos estrictamente técnicos, el computador, pese a los avances que merecen la admiración de todo el mundo, carece de espíritu.
Cierro con un ejemplo sencillo. No es lo mismo leer “I love you” en la pantalla del computador, que escuchar la frase, pronunciada al oído, sintiendo el palpitar del corazón de la ingrata… Por ahí va la cosa.