El Cónclave

Columnistas, Opinión

Tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, la Iglesia Católica se prepara para un evento de profunda significación espiritual y tradición milenaria: el cónclave. Este proceso, que tendrá lugar el 7 de mayo en la Capilla Sixtina, reúne a los cardenales electores para elegir al nuevo Sucesor de Pedro, guiados por el Espíritu Santo.

El término “cónclave” proviene del latín cum clave (con llave), aludiendo al aislamiento de los cardenales, una práctica formalizada en 1274 por Gregorio X tras el cónclave más largo de la historia (1268-1271), que duró 34 meses en Viterbo. Hoy, 133 cardenales menores de 80 años, provenientes de 71 países, participarán en este acto solemne, reflejando la universalidad de la Iglesia. Italia lidera con 17 electores, seguida por Estados Unidos (10) y Brasil (7).

El proceso, regulado por la constitución Universi Dominici Gregis (1996) de Juan Pablo II y actualizada por Benedicto XVI, combina ritual y secreto. Los cardenales, tras la Misa Pro Eligendo Pontifice, ingresan a la Capilla Sixtina, donde el maestro de ceremonias pronuncia el extra omnes (todos fuera). Se realizan hasta cuatro votaciones diarias, requiriendo una mayoría de dos tercios para la elección. El humo blanco, símbolo del Habemus Papam, anuncia al mundo la elección, seguido por la primera bendición Urbi et Orbi del nuevo Papa.

El cónclave no solo es un proceso electoral, sino un acto de fe. Las congregaciones generales previas, iniciadas el 28 de abril, permiten a los cardenales discernir los desafíos de la Iglesia, como la secularización, los abusos y la evangelización en un mundo dividido. La elección del próximo Papa, que no necesariamente debe ser cardenal, definirá el rumbo de una institución de más de dos mil años. En este momento, oramos para que el Espíritu Santo ilumine a los electores, asegurando un liderazgo que construya puentes, como nos enseñó Francisco. (O)

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