Educación y promoción social

La educación y la promoción social están intrínsecamente ligadas. La educación empodera a las personas, permitiéndoles acceder a mejores oportunidades y contribuir activamente a sus comunidades. María del Carmen Azuara, pedagoga mejicana en inclusividad, dice que «No hay educación si no hay verdad que transmitir.»
La promoción social, del enfoque educativo, busca desarrollar en los estudiantes habilidades de pensamiento crítico, responsabilidad y conciencia social sobre sus propias vidas y el entorno ciudadano. Implica involucrar a los estudiantes en procesos de aprendizaje que les permitan actuar sobre la realidad que los envuelve y responder con acciones ciertas como respeto, civismo, empatía, solidaridad, cooperación, participación y desempeño efectivo. La promoción reconoce el esfuerzo y el progreso del estudiante como fundamental para su desarrollo integral, porque les permite avanzar en su formación y alcanzar sus anhelos académicos;fomentando el sentido de logro, motivación personal y en incentivo para continuar aprendiendo.
En el contexto educativo, este acto administrativo que sube a los estudiantes al siguiente grado, se fundamenta en un rendimiento cualificado por una escala numérica. En este proceso, muchos estudiantes, distan de manejar destrezas o dominar competencias, y se promocionan con lo mínimo. Este estado psicosocial se conoce como «promoción basada en el tiempo de asiento» y busca mantener a los estudiantes con sus compañeros, a pesar de las deficiencias académicas. Esta estrategia, fomenta la adaptación social y motiva a los estudiantes, que podrían aprender más con avance didáctico en el siguiente grado, que repitiendo el actual (biorritmo educativo).
La verdad es que al ser un “aula diversa” la promoción también lo es. Las escalas de notas demuestran que, varios estudiantes que no han dominado el material del grado actual, pueden enfrentar dificultades en el siguiente grado. La falta de dominio de los contenidos, dominio de destrezas educativas, generan consecuencias negativas, incluyendo un menor rendimiento académico, mayores tasas de deserción escolar, dificultades en la adaptación social, desarrollo personal y profesional de los individuos.
Véase que la responsabilidad de los padres, en la promoción escolar, implica una participación activa en el proceso educativo de sus hijos, apoyando su aprendizaje, manteniendo una comunicación constante con la escuela y fomentando un ambiente propicio para el estudio en casa.
La tarea del educador a estas alturas de fin de año, se torna más que necesaria; porque es algo así como una rendición social de cuentas, que pasa por sobre las opiniones subjetivas de padres y autoridades. Es una descripción de la cruda realidad del “aula diversa”, en un cuadro que resume, uno a uno, el desempeño escolar de los estudiantes y la sentencia de su destino educativo. Tras del cuadro, subyacen los ofrecimientos de los padres para ayudar y controlar a sus hijos para que se dediquen al estudio. Al final del año, nunca dijeron, nada ofrecieron, no es mi responsabilidad, eso está en sus manos profesor, nunca me avisaron. Ninguna explicación sirve, nada vale, solo el fin: que pasen de año.
Hay reajustar el concepto de promoción educativa en el contexto social. (O)