Dulces que cuentan historias ancestrales

Interculturalidad

En Baños de Agua Santa, la dulzura no solo se saborea: se hereda, se comparte y se bate con devoción. En cada esquina del centro histórico, los colores vivos de los locales invitan a probar las famosas melcochas, cocadas, turrones, caramelos de guayaba y el refrescante jugo de caña, elaborado al momento con molinos artesanales.

Los precios son tan amables como los artesanos que los ofrecen: desde 50 centavos por cañitas peladas hasta 2 dólares por una melcocha. El jugo de caña, servido con hielo y un toque de limón o mandarina, cuesta alrededor de 1,20 dólares. Pero el verdadero valor está en el saber ancestral que cada dulce encierra.

La tradición dulce de Baños se remonta a mediados del siglo XX, cuando las familias Carrillo y Pérez introdujeron la elaboración de alfeñiques y melcochas en la ciudad. Con el paso de los años, más habitantes adoptaron esta práctica, transmitida de generación en generación. Hoy en día, incluso personas de otras provincias viajan para aprender la técnica.

Tras la desaparición de los antiguos cañaverales de la zona, los artesanos empezaron a importar la caña del Oriente ecuatoriano. Víctor, uno de los artesanos locales, cuenta que la caña oriental es más blanca, pero con el proceso tradicional aprendido de sus abuelos, se logra una textura y dulzura especial que ha enamorado a visitantes de todo el mundo.

El proceso de elaboración es tan meticuloso como encantador. Primero se elige la caña adecuada: la que sirve para chupar se corta en porciones, mientras que la de panela se muele y se cocina con leña hasta formar una miel espesa. Esta miel se enfría, se amasa y se bate sobre un tronco de guayaba, formando las típicas melcochas alargadas que luego se adornan con maní.

Los moldes para dar forma a la panela llegan desde Pastaza, y cada artesano les da su toque personal. Además de melcochas, se venden cocadas, dulces de frutas y turrones, todos preparados a la vista de los turistas, quienes disfrutan no solo del sabor, sino también del espectáculo visual y afectivo que implica cada preparación.

En medio del verde valle del Tungurahua, a 180 kilómetros de Quito, Baños de Agua Santa sigue latiendo con sus tradiciones dulces. La ciudad, reconocida por sus paisajes y deportes extremos, guarda también en sus calles una historia azucarada que se sigue escribiendo a diario, entre risas, melcochas y cañitas. (I)

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