Difícil, muy difícil, no imposible

Columnistas, Opinión

El presidente Noboa ratificó a la ministra de Energía, Inés Manzano, quien tomó las riendas del ministerio meses atrás, en medio de una crisis eléctrica inédita. Si bien, las lluvias han permitido no tener cortes de energía en lo que va del año, el gobierno no puede cantar victoria, pues seguimos dependiendo de las bondades climáticas.

Una de las metas de la ministra es incluir megavatios tanto de fuentes renovables como de procedencia no renovable, incluyendo la energía hidroeléctrica, termoeléctrica, solar, eólica y geotérmica. El proyecto más audaz sería la inclusión de energía nuclear. El 24 de mayo, el presidente lo dijo en su toma de posesión.

Esto no es inalcanzable, tampoco sencillo. La factibilidad técnica existe. En resumen, todo se basa en la edificación de una planta nuclear, la capacitación de personal cualificado y la puesta en marcha de un marco jurídico sólido. Es difícil, muy difícil, no imposible.

La simplicidad del discurso se desvanece al entender que las centrales nucleares son sumamente costosas, que la inversión inicial es extremadamente alta, que requieren largos periodos de planificación, que los riesgos de seguridad implican un alto nivel de responsabilidad, que las regulaciones de gestión son enormemente estrictas, que la administración de los desechos nucleares es sumamente complicada, que el Ecuador no cuenta con el marco legal ni los recursos económicos y que los ciudadanos podrían oponerse cuando conozcan más acerca de catástrofes como las de Chernóbil o Fukushima. Desde esta perspectiva, es menos simple de lo que parecía.

Sí, técnicamente es factible que Ecuador, algún día, tenga energía nuclear, pero este anhelo no representa una solución inmediata al déficit energético actual. Este propósito podría catalogarse como utopía o sueño de largo, muy largo plazo. En la vida real, tenemos una matriz eléctrica bastante limpia, pero insuficiente, que se basa en la generación de las centrales hidroeléctricas y, en una proporción reducida, de las centrales termoeléctricas. El desempeño de estas dos fuentes necesita ser mejorado.

Agradable es soñar, al final nada cuesta y, sin embargo, para los que tenemos los pies en la tierra, dentro de un futuro nada cercano podría considerarse la energía nuclear como alternativa. Por ahora, nos preocupa más conocer cuándo comenzarán a funcionar las dos plantas termoeléctricas que ya deberían estar operativas y cómo se gestionará los meses de sequía. Esto nos daría mayor tranquilidad. ‎(O)

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