Cuando el poder insulta, la democracia responde

Columnistas

La realidad no se maquilla: se siente en la mesa, en la calle y en el bolsillo. Ecuador necesita un respiro real, un rumbo de verdad, no propaganda. Y el pueblo lo dijo sin rodeos: o nos miramos de frente para reconstruir este país, o seguimos al borde del despeñadero. Bajo la tricolor cabemos todos, pero si seguimos alimentando odios y enemigos imaginarios, este país no se levanta nunca.

Desde el inicio, el Gobierno de Daniel Noboa apostó por la publicidad antes que por los resultados. La expectativa fue grande; la decepción, también. Cuando la realidad les pasó factura, recurrieron al discurso más fácil y más desgastado: dividir al país entre “buenos” y “malos”. Repetir citas grandilocuentes no convierte un insulto en argumento. Llamar ignorante, ciego o estúpido a un pueblo entero no es análisis: es soberbia. La democracia no se construye despreciando al votante porque no eligió lo que uno quería. El país no fracasa por la opinión del pueblo, sino por líderes que mienten, manipulan y se creen iluminados mientras desprecian a la mayoría.

La verdadera ignorancia es creer que insultar al pueblo lo hará cambiar. La verdadera ceguera es no ver que la gente votó NO porque está cansada de abusos, de improvisación, de cadenas pagadas y de autoridades que jamás rinden cuentas. Hablar después de “falta de herramientas” es cómodo cuando se quiere culpar al ciudadano y no asumir responsabilidades. El problema no es la Constitución; es un Gobierno que abusó de los estados de excepción, criminalizó la protesta y aún debe explicar qué pasó con los 90 millones del SRI.

No pueden venir ahora a exigir reformas cuando no mostraron empatía con las necesidades del país. No escucharon a las víctimas, a los barrios abandonados, ni a los sectores que pedían soluciones reales y no discursos inflamados. Hubo propaganda, sí; pero no hubo diálogo ni solidaridad.

Por eso la gente votó NO: porque entendió que la seguridad no se construye entregando cheques en blanco a un Gobierno que ya demostró prepotencia y poca transparencia. Las soluciones no se bloquearon: lo que se bloqueó fue la manipulación.

Si de frustración hablamos, que sea por un Gobierno incapaz, no por un pueblo que decidió con criterio. La democracia es clara: el insulto no anula el voto. El NO no frenó al país; frenó los abusos. Y es hora de que el poder lo asimile con humildad, empatía y respeto a la inteligencia del Ecuador.

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