Cuando el ‘nunca me pasa nada’ se desvanece

La rutina, esa fiel compañera que nos hace sentir seguros, se rompió en pedazos la tarde del 15 de agosto. La avenida Manuelita Sáenz, una arteria habitualmente bulliciosa, se convirtió en el escenario de violento y conciso robo: se llevaron 2.000 dólares.
Todo comenzó con un trámite cotidiano. Un hombre había retirado 2.000 del Banco, un monto considerable para cualquier ciudadano. Con el dinero en mano y su esposa, a su lado, se dirigieron en su camioneta Toyota hacia una agencia del Gobierno, sin imaginar que el destino les preparaba una emboscada. Su confianza, alimentada por la creencia de que ‘nunca les había pasado nada’, les hizo ignorar el servicio de traslado de valores que ofrece la Policía Nacional. Un error que pagarían caro.
Alrededor de las 17:45 horas, mientras se estacionaban para un trámite, la emboscada se hizo realidad. Dos motocicletas, se acercaron con la precisión de depredadores. Cuatro hombres, tres de tez trigueña y uno afrodescendiente, de acento extranjero, los rodearon en un instante. Los gritos y la intimidación fueron seguidos de una agresión veloz y certera. La amenaza de armas, aunque no vistas, era palpable. Su objetivo: el bolso. El golpe fue rápido. En un parpadeo, los ladrones le arrebataron a la mujer el bolso que contenía los 2.000 en efectivo, dos teléfonos celulares y toda su documentación personal.
Los delincuentes se evaporaron tan rápido como aparecieron, dejando tras de sí solo el eco de la impotencia y la sensación de vulnerabilidad. El silencio aturdidor que siguió al robo fue interrumpido por la llegada de la policía. Los agentes tomaron el control de la escena, solicitaron apoyo a la Policía Judicial y comenzaron el protocolo de rastreo de cámaras de seguridad. A pesar de la rápida respuesta, el daño ya estaba hecho. (I)