Conflicto – enfermedad

Cuando hablamos de la medicina tradicional oriental estamos hablando de una civilización de más de 4.000 años colmados de experiencia y que han podido resumir en muchas colecciones de libros los perfiles aproximados de cada paciente, de clasificarlos de acuerdo a su forma de cuerpo, color de piel, aspectos de la lengua (el diagnóstico de la lengua es crucial en la medicina tradicional china), del pulso, características corporales y conductuales de acuerdo a las deficiencias de los órganos gobernadores en cada clasificación.
Otro aspecto importante es la generosa información de miles de años que ayuda a la aproximación de una sanación completa analizando los conflictos que han perdurado en los pacientes empatando con qué enfermedad podría desarrollar dependiendo de la prevalencia de tal o cual pensamiento, emoción o sentimiento que inunde por mucho tiempo a éste como resentimiento, frustración, el sentido de injusticia, el sobrepensar y la “rumiación” de pensamientos y sentimientos de ira, miedo, culpa, tristeza, autocríticas negativas, preocupación excesiva, catastrofismo entre otros.
En Occidente, disciplinas como la psicología, la filosofía y la sociología, que están estrechamente vinculadas a la ciencia humana llamada medicina, se consideran carreras independientes y no forman parte integral de la formación médica ni del acto médico en sí. En contraste, en Oriente estas áreas están íntimamente ligadas en la formación del médico. En ese contexto, la terapia psicológica y la terapia filosófica se constituyen como herramientas humanísticas cruciales para sanar y generar bienestar. Su utilidad radica en evitar el círculo vicioso que se produce cuando pensamientos, emociones o sentimientos destructivos alteran el sistema nervioso y, posteriormente, afectan nuestro sistema inmunológico y hormonal, creando un ambiente propicio para la aparición de enfermedades físicas.
Estas ciencias mezcladas con la sabiduría oriental de enorme experiencia ofrecen pistas claves para detectar el carácter real de una persona sin que esta diga una sola palabra, lo que dice su lenguaje corporal, sus ojos, los microgestos, las líneas de expresión, coloración o manchas faciales (la piel de la cara es el lenguaje del alma dicen los chinos), como se reflejan los órganos en la distribución topográfica de la cara y de la lengua, vitalidad de piel pelo uñas, forma de pies y manos, entre muchas otras características.
Se ha escuchado al cansancio que lo que las emociones callan el cuerpo habla y cosas parecidas. Como decía el médico psiquiatra, psicólogo y ensayista Carl Jung: «Lo que una persona reprime termina dirigiendo su vida desde las sombras. Lo que no se hace consciente se convierte en destino».
Estas herramientas se vuelven más actuales que nunca en esta sociedad que vive entre máscaras, filtros, días turbulentos, frenéticos, atropellados, emociones reprimidas, zozobras de inseguridad, miedos, crisis económicas, incertidumbre y pesadumbre de no saber el futuro de nuestro país. (O)