Condenados a la informalidad

Columnistas, Opinión

En el Ecuador, la informalidad dejó de ser una etapa transitoria para convertirse en el destino permanente de millones. Según el INEC, para octubre de 2025 el 51,5 % de los trabajadores se encontraban en la informalidad. Esto implica ingresos inestables, ausencia total de seguridad social y una exposición constante al riesgo: enfermarse, ser asaltado o simplemente no vender nada un día cualquiera puede significar no comer.

Cuando solo 3 de cada 10 trabajadores en Ecuador tiene un empleo adecuado, la informalidad se transforma en el destino de gran parte de los trabajadores.

La informalidad laboral se define como toda actividad económica que se realiza sin afiliación a la seguridad social ni cumplimiento de normas laborales básicas. En contraste, el empleo adecuado implica ingresos iguales o superiores al salario básico, estabilidad y cobertura social.

Que la informalidad crezca es devastador para la economía: aumenta la pobreza y el desempleo, reduce los ingresos de las familias y agrava problemas sociales como el crimen, el alcoholismo, la drogadicción y la violencia intrafamiliar. El INEC muestra que el ingreso promedio de un trabajador informal es hasta 40 % menor que el de uno formal. Esto, sumado a la inestabilidad de los ingresos y a los altos riesgos de trabajar sin ninguna protección, hace que para la mayoría de los trabajadores informales mejorar su calidad de vida sea imposible.

Detrás de estas cifras hay realidades crudas: comerciantes ambulantes, repartidores, jornaleros y madres solteras que salen a la calle sin saber si volverán a casa con lo mínimo para sostener a su familia.

La responsabilidad política es ineludible. Bajo el gobierno de Daniel Noboa no se han implementado reformas laborales ni productivas de fondo. La generación de empleo se ha limitado a discursos, mientras la economía enfrenta una crisis energética, una inseguridad desbordada y una paralización de la inversión pública y privada.

En campaña se prometió reactivación económica, empleo para los jóvenes y apoyo al emprendimiento. Hoy, esas promesas no se reflejan en la realidad de los hogares. Ecuador avanza así hacia un modelo donde trabajar no garantiza vivir mejor y donde una gran parte de la población seguirá, tristemente, condenada a la informalidad. (O)

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