Cónclave

Columnistas, Opinión


Tras el fallecimiento del Papa Francisco, de feliz memoria, la tarea de los cardenales es elegir al nuevo Pontífice. Este procedimiento se denomina cónclave.

Cum clavis, proveniente del latín, se traduce como «con llave» y hace referencia a un lugar reservado en la casa, precisamente «cerrado». En el ámbito eclesiástico, el término se utiliza para designar al lugar donde se realiza la elección del Papa y al Colegio de Cardenales convocado para tal proceso. Lo que iniciará oficialmente la próxima semana es el septuagésimo encuentro en el que se buscará al sucesor de San Pedro de la forma que conocemos hoy en día y que fue establecida por Gregorio X en 1274.

Un suceso de importancia mundial atrae el interés general de la población. Esto ocurre en el ámbito deportivo, político, empresarial, entre otros. Mucho más cuando se trata a la elección de un nuevo Papa. Numerosos opinadores se convierten en especialistas, incluso aquellos que poco o nada participan en actividades de la Iglesia católica y que se dedican a replicar comentarios de autobús o publicaciones de las redes sociales. También existen excepciones, gente seria que analizan datos antes de establecer algún juicio.

En respuesta a esta situación, el cónclave es un suceso trascendental de la Iglesia católica. No se trata, a priori, de elegir al líder de una organización con millones de seguidores, sino de un espacio de discernimiento intenso en el que la Iglesia se prepara para la intervención del Espíritu Santo a través de los cardenales electores.

Existen rumores sobre las supuestas intrigas políticas internas en la Iglesia. Según estos, algunas personas se sientes capaces de anticipar el desenlace y conocer las decisiones que tomarán los cardenales, como si el cónclave fuera un proceso similar a las elecciones para presidentes, congresistas, alcaldes, etc. en las que predomina la publicidad; el marketing; la campaña, frecuentemente sucia; la inversión desmedida de recursos de dudosa procedencia; las ofensas; el menosprecio a los oponentes; los insultos; la humillación a las familias de los candidatos; las denuncias de fraude; la poca capacidad para reconocer la derrota y tantos hechos desagradables.

No, la esencia del cónclave, su propósito y su validez, se centra en su dimensión espiritual y la búsqueda comunitaria y orante de la voluntad de Dios bajo la dirección del Espíritu Santo. El nuevo Papa será el pastor dado a la Iglesia por Dios para apacentar el rebaño. (O)

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