Calles vacías, país herido

Columnistas, Opinión

El miedo ya no es una sensación pasajera, sino una rutina. Se nota fácilmente en las playas vacías, los restaurantes cerrados, las casas amuralladas y las calles desiertas en varias ciudades apenas al llegar la noche; en las familias que evitan salir; en los negocios quebrados a causa de las extorsiones o en los niños que no juegan en las calles, ya que el barrio donde antes lo hacían se volvió peligroso.

De acuerdo con cifras oficiales, en los primeros cinco meses del año 2025 se habrían contabilizado 4.051 asesinatos. En este torbellino de violencia, dos masacres golpearon al país en una semana.

El 19 de julio, en General Villamil Playas, un grupo de jóvenes que practicaba el billar en un lugar público fue atacado por hombres armados. Luego se conoció que casi una decena de ellos fueron asesinados. Ocho días más tarde, el 27 de julio, en El Empalme, 17 individuos perdieron la vida durante un ataque dentro de una cantina. Once personas más resultaron heridas. El horror ya no actúa en las sombras: aparece a plena luz del día.

Ante la barbarie, la respuesta institucional no deja de ser débil. El 20 de julio, alias Fito fue extraditado a Estados Unidos. Una noticia positiva, pero aislada. Entretanto, el gobierno no logra usar los escasos recursos que posee. El déficit fiscal del primer semestre supera los USD 1.700 millones y los índices de inversión pública son históricamente bajos. Según el Observatorio de Gasto Público, el Ministerio del Interior, en pleno conflicto armado interno, solo ha ejecutado el 23% de su presupuesto.

La economía se frena, los negocios bajan la cortina por miedo, las familias viven con angustia, los jóvenes se van o se resignan; el miedo paraliza, debilita y enferma. Esta es la nueva normalidad que muchos aceptan sin reparos, mientras una minoría aún la rechaza porque se niega a convivir con ella.

El problema no solo es la violencia. Es la sensación de abandono, de que nadie puede hacer nada, de que los delincuentes tienen más poder que las instituciones del Estado. El Ecuador se nos está yendo de las manos, pero aún estamos a tiempo de responder. No con discursos, sino con decisiones firmes. El miedo no puede ser nuestro horizonte. Este país merece respirar nuevamente en paz. (O)

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