Autodestrucción

Columnistas, Opinión

Asesinados, destruidos, quebrados, extorsionados son las características del proceso involutivo que atraviesa el Ecuador. Más allá de señalar culpables, las consecuencias económicas en el tejido empresarial son devastadoras. Muy aparte de las conclusiones y recomendaciones idílicas que han realizado los “analistas expertos” —voceros pautados —, resulta evidente que los rasgos de la sociedad convergen en la autodestrucción, y no queda duda que el principal enemigo de un ecuatoriano es su coterráneo. Vivimos en un país que a través de décadas no ha logrado solucionar sus brechas sociales y más bien se han polarizado, hasta el punto de ahondar la problemática y repudiar su identidad social.

No es la primera vez que sucede. Ecuador acarrea consigo una historia lamentable, donde los conflictos internos pocas veces han resuelto las necesidades del clamor popular. Resulta una paradoja porque el escenario consecuente, tiene un alto impacto en los hogares sensibles a la inflación y a la especulación.  Aún el país no entiende que la economía funciona en simbiosis de todos sus integrantes (empresa, familia, estado), y debido a las diferencias irreconciliables entre sus agentes económicos que por años han sembrado el caos y la incertidumbre, el resultado es una imagen poco atractiva para futuras inversiones. 

El panorama no es alentador, a Daniel Noboa le tomará meses la recuperación del dinamismo económico. Y mientras existan diferencias internas en el campo colectivo y político, el desarrollo productivo del país es improbable.  A nivel mundial se presentan de forma constante nuevos retos, a los cuales el Ecuador no podrá enfrentar y solucionar con celeridad. Porque en su interior la colectividad está fragmentada, y los intereses para el bien común han sido trastocados por la rivalidad, la codicia, la envidia, la tiranía, la corrupción, la impunidad y la politiquería. “El valor de una nación no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen” (John Stuart Mill). (O)

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