Adolescentes y conductas de riesgo

Columnistas, Opinión

Tener un enfoque preventivo para evitar conductas de riesgo en adolescentes es esencial para su desarrollo saludable y bienestar emocional. 

Las conductas de riesgo pueden incluir consumo de sustancias y productos, conductas sexuales inseguras, violencia o comportamiento autodestructivo, etc, suelen estar relacionadas con factores como la búsqueda de identidad, la presión del grupo y/o dificultades emocionales. 

Los padres juegan un rol clave en la prevención si aplican estrategias claras y afectivas desde la niñez.

Es fundamental fomentar una comunicación abierta y sincera. Los adolescentes necesitan sentir que pueden expresar sus dudas, miedos y experiencias sin temor a juicios ni castigos. Un diálogo respetuoso fortalece la confianza y permite que los padres identifiquen señales tempranas de alerta. Escuchar activamente y validar sus emociones es clave para que ellos se sientan comprendidos.

Establecer límites y normas claras, pero razonables, es una forma de protección. Es importante que los adolescentes conozcan las consecuencias de ciertas conductas y que existan reglas claras y coherentes que promuevan un ambiente seguro. Sin embargo, estos límites deben explicarse con respeto para evitar que sean interpretados como restricciones arbitrarias.

El apoyo emocional constante contribuye a la autoestima y al sentido de pertenencia. Los padres deben incentivar el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, además de ofrecer espacios seguros para que sus hijos puedan tomar decisiones responsables y aprender de sus errores sin culpa excesiva.

También es importante supervisar y conocer el entorno de los adolescentes, sus amistades y actividades. Esto no significa invadir su privacidad, sino mantener un interés genuino en su vida cotidiana, lo cual puede ayudar a prevenir la influencia negativa de grupos o situaciones de riesgo.

Por último, educar sobre las consecuencias reales de las conductas de riesgo, ofreciendo información clara y adecuada a su edad, les permite tomar decisiones informadas. Promover actividades recreativas, deportivas y proyectos personales también favorece un desarrollo equilibrado y disminuye la probabilidad de caer en comportamientos de riesgo.

Recuerda, es normal no saber qué hacer; nadie nace sabiendo cómo manejar cada situación. Ser padre o madre de un adolescente implica un aprendizaje constante, lleno de desafíos y aciertos. Cuando las dudas, el cansancio o la preocupación superan los recursos personales, es recomendable buscar orientación profesional. Un psicólogo especializado en adolescentes puede brindar herramientas para fortalecer la comunicación familiar, mejorar la convivencia y acompañar de manera efectiva el proceso de crecimiento de los hijos.  (O)

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