Adiós que nadie estaba preparado para dar

El reloj marcaba la tarde de este lunes 17 de noviembre, pero en los exteriores del Centro Forense de Ambato el tiempo parecía detenido. No había prisa… solo dolor. Las puertas se abrían cada veinte o veinticinco minutos, y con cada nueva salida, una familia entera se rompía.
Los primeros féretros comenzaron a abandonar la morgue poco después de las 12:00 horas. Nadie hablaba en voz alta. Solo se escuchaban llantos ahogados, gritos de incredulidad y rezos que se mezclaban con el ruido de los motores de las camionetas que esperaban en fila para iniciar el viaje más triste hacia Simiátug.
“Nosotros vinimos con camionetas y con un bus para ayudar y colaborar en lo que sea… para llevar a los familiares y también a los finaditos”, dijo con voz entrecortada el señor Luis Yambombo, funcionario del GAD Municipal de Guaranda, mientras supervisaba la logística del traslado. “Nadie debería pasar solo por esta pena”, agregó.
La escena era desgarradora: madres intentando sostenerse sin lograrlo, padres sin lágrimas porque ya las habían agotado, niños confundidos, sin entender por qué sus seres queridos no volverán a hablarles. Muchos de los fallecidos vivían en Tungurahua, donde construyeron una vida buscando un futuro mejor… y ahora regresan a su tierra solo para ser velados por última vez.
Según explicó Luis Yambombo, la mayoría de cuerpos será recibida directamente en cada comunidad y cada hogar. “Por allá tenemos la cultura de velar de dos o tres días. Cada finadito llegará a su casita. Ahí empieza el velorio”, indicó. No habrá un solo funeral, sino varios, dispersos en diferentes comunidades de Simiátug, Pasa y Santa Rosa.
Cada partida era un golpe para los presentes. Mientras un féretro avanzaba hacia la camioneta asignada, una mujer cayó de rodillas. “¡No te vayas, no te vayas!”, gritó entre sollozos, y el silencio colectivo se volvió aún más pesado. No había cámaras ni micrófonos que pudieran narrar lo que los ojos de todos estaban presenciando.
El accidente arrebató más de 20 vidas y dejó al país entero estremecido. Pero aquí, frente al Centro Forense, el dolor no es estadística: tiene nombre, tiene apellidos y deja sillas vacías en hogares que jamás volverán a ser los mismos. Mientras el sol caía, alguien murmuró: “Hoy no regresan para votar… hoy regresan para descansar”. Y nadie pudo contener el llanto. (I)
