La broncemia

Editoriales

Por: Kléver Silva Zaldumbide

La denominación se le atribuye a Narciso Hernández, algo que nunca pasará de moda, tan vigente y cada vez más distinguible en muchos individuos. Es la “broncemia” (con bronce en la sangre), enfermedad ilusoria que no existe como tal en el diccionario médico pero que la padecen algunos médicos, políticos y de otras profesiones. Quienes la padecen, a medida que pasan los años, son invadidos con bronce, se creen próceres, y sueñan con que su estatua alguna vez esté en el patio del hospital o del lugar en donde trabaja.

El enfermo de broncemia pasa desde la “importantitis”, en la que él se cree que es tan importante, que nadie es mejor que él, hasta la “inmortalitis”, creyéndose un vicediós o una estatua olímpica e inmortal. El medio ecológico ideal de esta enfermedad es una Universidad, en lugares donde se presumen un alto nivel de intelectualidad, a nivel empresarial, instituciones deportivas de renombre, en cualquier campo laboral y también en la cínica, descarada y soberbia clase política que nos asfixia constantemente.

Los síntomas más comunes del broncémico son la “diarrea mental” acompañada casi siempre de “sordera interlocutoria”, habla y habla todo lo que su cerebro depone, erguido y como si estuviera hablando desde un púlpito sin que sus oídos puedan escuchar nada ni a nadie presumiendo sus posesiones materiales. El “reflejo cefalocaudal”, es el que le da esa forma tan característica de caminar con la cabeza elevada ya que el bronce comienza a depositarse primero en sus pies y después le sube hasta llegar al cerebro, ya no camina sino que se desplaza majestuosamente, sufre un cambio en el tono de su voz a una más “sofisticada”, padece de amnesia hacia sus antiguas amistades, sin convicción ni humanismo, amputado su espíritu de servicio luce preocupantemente serio, sin darse cuenta de que ha perdido su capacidad de sonreír, adquiere una actitud alejada y déspota hacia los pacientes, tiende a aprovecharse de quien lo necesita, sufre compitiendo con sus iguales a ver quién tiene el mejor y más costoso carro híbrido, distanciado con la gente para que nadie ensucie su costoso terno italiano, Con su bravuconería intimida a sus pacientes (víctimas) para esconder su codiciosa y abusiva tendencia a la explotación.

Desde la antigua India 1500 a.C. ya existía la separación de las castas sociales, 5 castas: La 5ª casta era la de aquellos que no tenían derecho a nada, ni siquiera a la atención médica. La 4ª los trabajadores inferiores. La 3ª los comerciantes. La 2ª era a la que pertenecían los médicos y la 1ª la de los reyes. Estas dos, la 1ª y la 2ª casta, decían que descendían de los dioses.

En la Roma imperial, en el año 162 ya existió un ególatra incorregible broncémico que hablaba permanentemente de sus grandes ganancias, de su fama, y revestía todas sus curaciones de una manera milagrosa como para poder impresionar más a la gente. Todos hemos oído hablar de él, sí justamente, Galeno de Pérgamo.

En la época actual, seguro que cualquiera de nosotros en el lugar donde desarrollemos nuestra actividad y cualquiera sea ella, debemos convivir con broncémicos. A veces parece ser que estos médicos broncémicos creen realmente que descienden de los dioses, que desayunan con Dios y después bajan a atender a sus pacientes.

El servicio es un acto que puede ser instintivo y no necesitar la razón. En cambio, el espíritu de servicio es el profundo deseo de satisfacer a aquellos que necesitan de nosotros, no es un acto, es una actitud, es una función de vida y no se ordena por decreto sino con el ejemplo cotidiano. (O)

Medicina Integrativa Oriental