El miedo II

Columnistas, Opinión

La semana pasada habíamos comentado acerca de la pereza, de la postergación de las cosas que deberíamos hacer, de la comodidad, de la flojera, del conformismo disfrazado de miedo que se alimenta de nuestra rendición, que se fortalece con nuestras dudas y que crece con nuestras vacilaciones.

El miedo es tan sagaz que no se enfrenta de golpe con nosotros, no se derriba con discursos inspiradores ni con promesas vacías. Al miedo se le conquista de manera silenciosa, persistente y disciplinada. Cada día que no nos rendimos ante ese falso cansancio que nos pide que abandonemos lo que estamos haciendo, cada día que nos levantamos pese a esa pereza y comodidad que nos pide postergar las cosas, aunque el cuerpo esté cansado, cada día que avanzamos, aunque el miedo se disfrace de nosotros y grite porque nos detengamos, este miedo pierde terreno.

La vida no nos va a regalar valor, coraje. El valor se toma con disciplina, con sacrificio, con dolor y con acción constante. Cada esfuerzo que hacemos, aunque duela, cada acción que realizamos, aunque estemos cansados, cada decisión que tomamos a pesar de la incertidumbre estamos debilitando al miedo. No hay atajos, no hay milagros. La valentía no surge de la inspiración o motivación momentáneas, surge del hábito implacable de enfrentarte una y otra vez a aquello que nos paraliza, nos da placer momentáneo, nos engaña con falsedades, es decir del miedo y sus disfraces.

El miedo no se desvanece con palabras bonitas. El miedo se aplasta con consistencia, se pulveriza con disciplina, se elimina con la repetición implacable de hacer lo que otros no hacen. Seguir avanzando cuando todo dentro de nosotros quiere detenerse. La fuerza no se construye en los días fáciles, sino en los días donde sentimos que ya no podemos más. Cuando la mente nos pide pausa, cuando las emociones gritan que todo es demasiado, ahí es donde la disciplina se convierte en nuestra arma más poderosa para seguir. Al miedo se lo vence desde dentro. Se vence con acción, no con deseo, con persistencia, no con promesas, con fuerza de voluntad, no con suerte. Cada día que no nos rendimos es un ataque directo a la fortaleza de ese miedo. Es casi una mentalidad militar que necesitamos. Esa es la fuerza que otros no entienden, que otros no respetan, que otros no pueden igualar. Esa es la mentalidad que transforma miedo en coraje, duda en disciplina y presión en resultados.

Nos engañaron con la inmediatez, la comodidad, la dependencia de la opinión o aprobación de los demás. Entendamos de una vez por todas que ése es el terreno propicio para que los sinvergüenzas politiqueros nos laven el cerebro con sus fomentos de mediocridad al ofrecernos bonos, igualdad (nadie tiene la misma disciplina ni el mismo sentido de sacrificio y perseverancia por mejorar y no ser víctima de ser quejumbroso culpando a la suerte, al gobierno, a las circunstancias). Se llenan la boca con la igualdad de oportunidades cuando la oportunidad no se espera, se la fabrica con disciplina, sacrificio, enfoque, perseverancia, temple, carácter y empuje incansable hacia nuestros objetivos. Como que fuéramos parásitos sociales nos hacen tan conformistas que solo aspiramos a un puesto público en algún ministerio que irresponsablemente ellos mismos crean por montones para tener esclavos dependientes del Estado, y el Estado no produce nada, pero que tienen asegurado sus votos para perennizarse en el poder enriqueciéndose solo ellos y eternizando la miseria de los pueblos. (O)

Deja una respuesta