Platero y YO en navidad

La Navidad tiene el poder de hacernos mirar atrás, recordar lo vivido y, en algunos casos, conectar con lo más profundo de nosotros mismos. Platero y yo, la obra de Juan Ramón Jiménez, es ese tipo de viaje literario que nos invita a reflexionar sobre la pureza, la sencillez y la belleza de los pequeños momentos.
El burro Platero, símbolo de ternura y humildad, se convierte en el compañero ideal para vivir las fiestas navideñas. En un mundo tan acelerado, donde las luces de la ciudad parecen opacar lo esencial, su figura nos recuerda que lo más valioso está en lo simple, lo cercano.
Imaginemos que el autor nos lleva a un paisaje nevado, donde Platero camina lentamente. Al igual que en la obra, la Navidad es el momento para detenerse, respirar y disfrutar de la serenidad que, a veces, tanto nos cuesta encontrar. La reflexión en silencio de esos pequeños gestos, como el abrazo de un amigo o el sonido de las campanas, es lo que hace única esta época.
El contraste entre el bullicio de las fiestas y la calma de Platero en su mundo nos hace preguntarnos: ¿por qué no tomarnos un tiempo para saborear cada instante? La Navidad no es solo una fecha marcada en el calendario, sino una oportunidad para reconectar con lo que realmente importa.
Los momentos compartidos con seres queridos son ese «oro invisible» que Platero representa. En su humildad, encontramos un ejemplo perfecto de cómo lo esencial no necesita adornos ni grandes gestos. Un paseo juntos, una charla, el silencio compartido pueden ser los mejores regalos.
Así, en Platero y yo, la Navidad puede ser una metáfora de lo que somos y lo que anhelamos. No se trata de grandes celebraciones, sino de un retorno a lo natural, a lo esencial, a lo que nos hace humanos: el amor y la compañía.
El regalo de Navidad no siempre es material; a veces, lo más importante es estar presentes, escuchar con el corazón, como hacía Juan Ramón Jiménez con Platero. Y es que, en el fondo, todos somos un poco como él: buscando la belleza en lo sencillo.
