EL MUNDO AL REVÉS

La vida se caracteriza por tener que elegir permanentemente entre una opción u otra, y,
claro, a veces se acertará y a veces no. Para ser más didáctico, me he permitido clasificar
los diferentes tipos de elección en tres categorías, a decir:
Las pequeñas y triviales. Sin restarles trascendencia, hay elecciones (la mayoría, en
general) que no conllevan “mayor relevancia” ni con uno mismo ni con la sociedad, como,
por ejemplo, comer saludable o levantarse temprano, porque si elegimos no hacerlas, sus
implicaciones no influyen de manera alarmante, al menos no enseguida o no
en niveles visiblemente comprometedores, por lo tanto, puede que en primera
instancia esas malas decisiones hasta pasen desapercibidas.
Las segundas son las importantes y esenciales. Estas conllevan gran envergadura
y son completamente comprometedoras, porque errar en su decisión traería
consecuencias funestas al corto y mediano plazo tanto para uno como para un círculo
cercano de personas. Son, por ejemplo, la decisión de casarse con la persona equivocada
o de escoger el dinero fácil en una negociación.
Y hay un tercer grupo, las elecciones de carácter moral, y que por serlas, el ejercicio de
decisión debería resultar tan insultantemente obvio que ni siquiera merecería el menor
análisis. En otras palabras, decidir por la moralidad, el respeto, la dignidad, el honor, la
vida, etc., debería ser lo obvio, no hay dónde perderse; pero, lamentablemente no
siempre es así. Ejemplo: el Ecuador clama por cambios profundos, mejoras en el sistema
de justicia, eliminar la delincuencia, encarcelar a políticos corruptos, combatir la
narcopolítica, contar con más recursos para la gestión social, etc., pero cuando tienen que
decidir por lo moralmente obvio, dicen NO.
El caso es que, como hemos dicho, si nos equivocamos en las del tipo 1 y 2, no hay
mayor lío, tarde o temprano cada uno tendrá que resolverlas y punto. La parte crítica es
cuando erramos deliberada, consciente y mayoritariamente por lo inmoral, lo indigno, lo
aberrante, lo indecente y lo deshonesto por
las gravísimas e irremediables consecuencias que esto acarrea a la sociedad en su
conjunto.
Sí, el mundo está al revés, y la verdad, no me llama la atención, porque esta serie de
brutales ataques al sentido común se han vuelto pan de cada día tanto en Ecuador como
en el mundo. Ya le presenté una en nuestro
país: el haber apoyado mayoritariamente a narco-políticos que alentaron el NO en
la reciente consulta popular; le doy otra, afuera: Votar por políticos aliados con el crimen
organizado, como la presidenta de México, quien anunció públicamente su rendición
total frente a los carteles de la droga, desconociendo olímpicamente el más alto y sagrado
deber que se le encargó cual es: velar por el Estado de derecho.
Quienes estamos del lado correcto de la historia, miramos con espanto y horror la
celebración de estas y muchas otras atrocidades moralmente deleznables.
El mundo está al revés. Solo espero que a estas alturas aún podamos darle vuelta.
