¿Y si ya no está, qué hago?

Columnistas, Opinión

La pérdida de un ser querido, puede cambiarnos la vida. No solo porque ya no está físicamente, sino porque su ausencia nos obliga a buscar sentido en medio del vacío. 

No es una debilidad, ni algo que se debe superar rápido, el duelo es un acto de amor hacia quien ya no está.   

Si bien cada persona vive el duelo a su manera, es frecuente que algunos lloren, necesiten hablar, y otros, simplemente prefieren el silencio. 

Lo importante es que te permitas sentir, sin juzgar tus sentimientos.

Nuestras emociones tienen el propósito de ayudarnos a comprender lo que hemos perdido y darnos la oportunidad de sanar poco a poco, al ritmo de cada persona. 

Negar el dolor no lo hace desaparecer, más bien lo encierra y lo intensifica. Cuando nos permitimos sentir, damos paso a la aceptación y, con el tiempo, a sentir paz otra vez.  

Otra emoción frecuente durante el duelo, es la culpa. Muchas personas sienten un peso en el corazón por no haber podido decir adiós, no haber estado presente en los últimos momentos o por creer que “pudieron haber hecho algo más”.

Esa culpa suele surgir del amor y del deseo de haber tenido un cierre.

Se debe recordar que el amor no se mide por una despedida, sino por todo lo vivido. El vínculo que se formó, las palabras dichas por y con amor, y las que no se dijeron, forman parte de una historia que no se puede cambiar.

A veces el duelo se vuelve demasiado duro para cargarlo en soledad. En esos casos, buscar ayuda psicológica no es señar de debilidad, sino de valentía.

La terapia brinda un espacio seguro donde se puede hablar sin miedo, llorar sin culpa y recordar sin quedarse atrapado en el pasado. 

El apoyo psicológico no busca borrar los recuerdos, sino ayudarte a recordar sin que tanto dolor; transformar la ausencia en gratitud. 

Recuerda que seguir adelante no es olvidar, es mirar al cielo o a una foto y sonreír y agradecer en lugar de llorar.  (O)

Deja una respuesta