Caminando por la patria

La cavidad bucal, engalanada de marfiles esmaltados, se expande con cada aliento cuando de sus labios emergen palabras que exaltan la democracia y defienden la división de poderes, bajo la premisa inquebrantable de la libertad y el control institucional.
Y, cuando, en un compromiso asumido por todos, acordamos someternos a la norma fundamental. No como simple opción, sino como una obligación. No solo para aparentar, sino para comparecer y ser, en verdad, iguales ante la ley, garantizamos el respeto a los derechos y a una justicia independiente, rigurosamente apegada a la norma, la verdad y la razón.
Dicho así, el horizonte no puede sino inflarse de orgullo y teñirse de color y optimismo.
Pero cuando uno de los partícipes de ese pacto social evade, por cualquier vía, el compromiso asumido, o se engalana con privilegios exclusivos, útiles solo para sí mismo y no para el bien común, la realidad se tuerce. Porque, entonces, “alguien”, sin importar quién, juega con una libertad sin límites, mientras los demás —de su misma especie o condición— quedan sometidos a los controles y mandatos de aquel.
Entonces el inicial equilibrio buscado flaquea y más, cuando aquellos otros intervinientes (que supuestamente son la mayoría) desplazados miran absortos cómo, sus peticiones y anhelos, plasmados con esfuerzo en una norma de convivencia y garantías, momentáneamente deja de ser aplicable y el envión de ajustes implementado en contra de desmanes, violencia y criminalidad heredados y aún creciente, deja de ser efectivo…
Los males y los malos vuelven a sus andanzas sin más verificación que no sea el miedo ciudadano y el acompañamiento de una fuerza pública que, no obstante, todos los esfuerzos realizados, termina por sentirse limitada y señalada… A ratos, tan absorta como aquellos.
A despecho que mi comentario no coincida -necesariamente- con ninguna otra opinión sobre el tema, me conmueve evidenciar que las diferencias de apreciación de marchas a favor o en contra de algo o de alguien, sean abrumadoramente distintas y definitivamente sesgadas.
Se dirá… ¡Unas, más que otras! Posiblemente sí, pero de ninguna manera plenas de inocencia.
Y enfatizar además que, detrás de aparentes “acciones de luchas reivindicatorias” hacen su agosto los intereses y opciones de “acceso” que no terminan de ser apetecibles, por los camuflados o los seguidores de siempre.
De esta suerte, avanzar con pie derecho no significa hacerlo bajo la óptica inquisidora del ojo izquierdo; porque un camino que aparenta rectitud, pero se recorre bajo la mirada torcida de la parcialidad, pronto deja de ser camino y se convierte en atajo… para unos pocos.
Llamados estamos a mensurar con objetividad las opciones de cambio y desarrollo que tenemos frente a nuestras narices y resolver -de una buena vez- qué hacer con ellas. A mi gusto, solo hay dos caminos: voltear la mirada e impávidos asistir a observar cómo se despeña y desmorona el estado… lo que sin duda es una forma demasiado fácil de asumir una posición; y, otra, que bien podría resultar ser una tendencia plausible, interesarse en el tema y complementariamente “mojarse el poncho”, elección perfectamente posible, si en realidad se busca avanzar sin mezquindad ni hipocresía.
Somos libres de elegir y caminar por la patria. (O)