La Historia Oculta del 10 de agosto de 1809

Cada 10 de agosto, las calles se visten de tricolor, los discursos oficiales exaltan la gesta heroica del Primer Grito de Independencia en Quito, y los nombres de los próceres criollos: Montúfar, Quiroga, Salinas, entre otros, resuenan como sinónimos de valentía, justicia y libertad. Sin embargo, hay una historia enterrada, silenciada en los márgenes del relato oficial: la participación forzada y sacrificada de los afrodescendientes esclavizados, como Nicolasa Congona, Manuel, Pedro, Santiago, Evaristo y Clemente, quienes también estuvieron presentes, aunque invisibilizados.
¿Libertad para quiénes? Es un contrasentido profundo que los líderes de esta revuelta, quienes clamaban por libertad frente a la corona española, mantuvieran bajo su poder a seres humanos privados de toda libertad. Juan Pío Montúfar, el Marqués de Selva Alegre, y Juan de Dios Morales y Quiroga, exaltados como patriotas, eran también esclavistas. En sus haciendas y casas vivían hombres negros que no solo servían, sino que en ese momento histórico actuaron como vigilantes, escoltas, carne de cañón… sin voz, sin nombre y sin elección.
Estos seres humanos fueron utilizados durante los levantamientos para hacer guardia, custodiar edificios y proteger a sus amos, no por convicción patriótica, sino por obediencia obligada o coacción. Su vida no les pertenecía: eran propiedad. ¿Qué libertad defendían ellos, si no eran considerados siquiera ciudadanos?
Lo más doloroso es el proceso de «blanqueamiento» de la historia. La narrativa nacional ha omitido sistemáticamente a estos afrodescendientes, tanto en los libros escolares como en los homenajes públicos. No figuran en las placas, no tienen calles con su nombre, no hay monumentos en su honor. Han sido reducidos a notas al pie, cuando aparecen, o llamados simplemente «los negros esclavos de…». Esa denominación perpetúa el olvido.
El caso de estos hombres esclavizados, usados en la causa revolucionaria, no es una excepción: revela la estructura profundamente racista de las sociedades coloniales y poscoloniales. Mientras los criollos buscaban romper con la monarquía para instalar una república, no buscaban necesariamente la igualdad. Al contrario, querían mantener los privilegios de casta, poder y propiedad, incluyendo la propiedad humana.
La historia del Ecuador y de América Latina no puede seguir construyéndose desde una visión elitista y racista que excluye a quienes fueron esenciales en los procesos históricos. Es tiempo de reivindicar la memoria de Nicolasa Congona, Manuel, Pedro, Evaristo, Clemente y tantos otros esclavizados que, con su trabajo, sus cuerpos y su sangre, contribuyeron, aunque forzadamente, a las revoluciones que hoy celebramos. Recordarlos es un acto de justicia histórica. Exigir que sus nombres figuren en los relatos oficiales no es solo cuestión de memoria, sino de dignidad. Porque no puede haber libertad sin igualdad, ni patria sin verdad. (O)