Historia de fracasos

Columnistas, Opinión

El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) es un monumento al fracaso. Nació en la Constitución de Montecristi, aprobada en 2008 y ratificada en las urnas, como una promesa de mayor participación y control. Pero terminó siendo una fábrica de inestabilidad y desconfianza.

Este consejo tiene atribuciones excesivamente relevantes en manos de apenas siete personas. Puede designar al Contralor General, al Defensor del Pueblo, a los superintendentes, al Fiscal General, entre otros cargos clave. Además, debe fomentar la veeduría ciudadana y promover la transparencia en la función pública. Sin embargo, ha terminado siendo un campo de batalla político, plagado de conflictos, pugnas internas y poca, casi nula, eficacia.

Los resultados están a la vista. Varios consejeros, entre presidentes y vocales, han sido destituidos: Carlos Tuárez, Christian Cruz, Hernán Ulloa, Alembert Vera, Augusto Verduga, Yadira Saltos, Eduardo Franco, Vielka Párraga y Juan Guarderas. Los motivos: arrogación de funciones, falta de probidad, desacatos judiciales, abuso de poder e incluso falsificación de firmas. Algunos tienen procesos judiciales abiertos, otros se perdieron entre el silencio y el descrédito.

En 2018, en un intento de fortalecer su legitimidad, sus miembros fueron elegidos mediante el sufragio popular. El remedio fue peor que la enfermedad. El CPCCS se transformó en un escenario constante de campaña, en el que algunos intentaron hacer una plataforma que les catapulte a futuras elecciones y otros buscaron revanchas políticas. Muy pocos cumplieron su misión. Lo que debía ser una herramienta al servicio del pueblo terminó siendo un trampolín de ambiciones personales.

En 2023, Guillermo Lasso intentó limitar su poder con una consulta popular. Fracasó. Indudablemente, no era un buen momento electoral. Ahora, Daniel Noboa parecería apuntar más alto: su eliminación. Y aunque no sea una decisión fácil, parece más necesaria que nunca.

No se trata de suprimir por capricho, sino de hacer un acto de higiene institucional. El CPCCS es un error que debe corregirse. Es la oportunidad para dejar de sostener una estructura nociva. La democracia se robustece con organismos útiles, no con entidades decorativas o peligrosamente politizadas.

Ecuador no necesita un Consejo que nadie respeta, defiende ni entiende. Necesita controles verdaderos, ciudadanos empoderados y autoridades legítimas, sí. Pero, tal y como está hoy, el CPCCS no representa a nadie. Es uno más de los múltiples problemas que sufre la nación. Sí, el control es imprescindible. Pero, con responsabilidad, eficacia y confianza.(O)

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