Renacimiento del proteccionismo

En las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX y en la primera década de este siglo, la idea del comercio mundial libre tenía tanta fuerza que en Norte América y y en Asia se crearon dinámicas zonas de libre comercio entre naciones y algunos estados latinoamericanos lograron incorporarse a acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y China. Con menos tarifas y aranceles y más comercio, se esperaba que los países prosperaran. La reciente medida estadounidense de subir aranceles alteró el escenario del comercio mundial libre. El proteccionismo renació con varias justificaciones aventuradas como las de reducir el déficit comercial, promover el desarrollo de industrias locales e, inclusive, sancionar a gobiernos contrarios a los intereses estadounidenses. El discurso comercial oficial, al menos en la élite gobernante de la primera potencia mundial, ha cambiado. Ya no se trata de menos tarifas y aranceles para prosperar sino de más tarifas y aranceles para progresar. Ojalá no contagie a los círculos gobernantes de otros países proclives al nacionalismo y al populismo.
El proteccionismo distorsiona la producción y afecta a los consumidores. Es contrario a la libertad económica. Sólo por excepción es aceptable en forma transitoria, como ocurrió con Reagan, baluarte del libre mercado y el libre intercambio comercial, que tuvo que reducir temporalmente el ingreso de vehículos japoneses, con aranceles elevados, por una crisis del sector automotor, a cambio, eso sí, de una monumental inversión nipona en Estados Unidos. Reagan, por esa medida, no puede ser calificado de proteccionista.
Con el acuerdo al que han llegado estos días Estados Unidos y Japón, bajo un arancel recíproco de 15 %, los vehículos japoneses tendrán un precio más bajo en Estados Unidos que los mexicanos y canadienses e, inclusive, que los fabricados allí, con partes mexicanas y canadienses para las cuales los aranceles se han establecido en no menos del 25 %. Se trata, éste, de un ejemplo de las distorsiones del proteccionismo. La sorpresa que traerá el acuerdo comercial arancelario con la Unión Europea podría ser aún más perjudicial para los consumidores estadounidenses.
Los acuerdos comerciales del Ecuador con la Unión Europea y con China descansan en la idea que la desgravación arancelaria es la más saludable para las naciones. Si bien no logró celebrar un tratado de libre comercio con Estados Unidos, por la ceguera de los gobernantes ecuatorianos de la época, a diferencia de Colombia, Perú y Chile, los nuevos aranceles estadounidenses no le han afectado, al ser razonables. Lo importante es que el Ecuador no permita que renazca el proteccionismo, al que nos llevaron en la década de los años setenta y ochenta del siglo XX, con aranceles tan elevados que resultaba prohibitivo adquirir productos, maquinarias y materias primas importadas. (O)