Activismo y proyectos sociales

Columnistas, Opinión

Siempre he creído que el cambio verdadero nace desde lo más profundo: desde la comunidad y la empatía. Por ello, considero que uno de los grupos que en mayor medida pueden aportar a la sociedad son los jóvenes, en particular a través de proyectos comunitarios.

Es por eso que, tanto desde la academia como el trabajo que impulsamos con nuestra fundación, hemos visto como cada joven que se atreve a actuar, que decide dejar de ser espectador se convierte en protagonista del cambio, y en una chispa que puede encender muchas más.

Desde colectivos ambientales hasta iniciativas de apoyo a personas en situación de calle, pasando por talleres de derechos humanos, género, arte o salud mental, los jóvenes están demostrando que el cambio no siempre viene de arriba. Ellos lo tejen desde sus barrios, escuelas, universidades y espacios digitales. Este activismo no solo transforma realidades externas, sino que moldea liderazgos comprometidos, éticos y empáticos.

Jóvenes que trabajan en temas sociales suelen tener un profundo sentido de justicia, equidad y responsabilidad. No actúan por intereses personales, sino por convicción, por humanidad. En un contexto en el que muchas veces se promueve el individualismo y la indiferencia, ellos eligen comprometerse, escuchar, acompañar y actuar.

Pese a su fuerza, muchos de estos proyectos enfrentan obstáculos como la falta de recursos, la desconfianza institucional, o la criminalización de ciertos liderazgos juveniles. Por eso, es urgente que desde la sociedad civil, el Estado, la academia y los medios se construyan puentes de apoyo, sin cooptar ni silenciar su autonomía.

También es necesario educar en valores desde las aulas, formar a los jóvenes en derechos, democracia y participación, y promover una cultura que no infantilice ni minimice su voz, sino que la reconozca como esencial para el presente y el futuro.

El trabajo de los jóvenes con proyectos sociales es un ejercicio de ciudadanía activa, de conciencia social y de profundo valor ético. En sus manos está la posibilidad de construir sociedades más justas y humanas. Ademas, esta en manos del Estado el deber de garantizarles las condiciones para hacerlo.

Hoy más que nunca, escuchar a los jóvenes y caminar con ellos no es una opción: es una oportunidad para renovar el pacto social desde la raíz. (O)

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