Captura histórica o espejismo de justicia

Columnistas, Opinión

Mientras el gobierno nacional, la policía y las fuerzas armadas festejaban la captura de Adolfo Macías, alias Fito, líder de Los Choneros, uno de los más buscados en Ecuador, la fuga de alias Fede, cabecilla de Los Águilas, quedó en segundo plano. Un delincuente entra, otro sale. El sistema penitenciario sigue estando profundamente impregnado de corrupción.

La detención de alias Fito fue mostrada como un éxito crucial en la batalla contra el crimen organizado. El personaje emblema del narcotráfico, tanto en las prisiones como fuera de ellas, fue detenido en medio de aplausos y felicitaciones de funcionarios del mismo gobierno al que se le escapó hace más de un año y medio. Mientas, pocos días atrás, alias Fede, también vinculado a grupos terroristas y acusado de planear ataques contra autoridades, huyó vistiendo uniforme militar. El contraste de estos hechos es tan asombroso como alarmante.

Lo sucedido demuestra como las prisiones en Ecuador no aseguran justicia, seguridad y mucho menos rehabilitación. Todo lo contrario, se conoce que operan como centros del poder delictivo, donde ingresar no siempre implica perder la libertad ni el control de los negocios ilegales y huir caminando por la puerta principal puede ser tan sencillo como desaparecer sin dejar huellas.

El Estado requiere, más que operaciones espectacularizadas al estilo de las series de narcos televisivas, un sistema de justicia honesto y una reforma penitenciaria integral, con personal depurado, tecnología, vigilancia efectiva y, principalmente, determinación política, para que no ingrese uno por cada cinco o diez que salen libres a continuar delinquiendo. Las estructuras de complicidad internas deben ser combatidas con decisión firme, de lo contrario, cada detención será un triunfo efímero antes de la próxima fuga.

Alias Fito ingresa a la cárcel La Roca, Fede se fuga de la Penitenciaría del Litoral, a pocos metros de distancia. El juego tétrico del gato y el ratón sigue en marcha. 

La sociedad no quiere intervenciones aisladas ni simulacros de lucha contra el crimen organizado; exige respuestas reales, limpieza profunda del sistema, políticas firmes y compromiso serio, en medio de un conflicto armado interno. Sin una justicia eficaz, todo esfuerzo queda reducido a representación meramente teatral y una captura histórica corre el peligro de convertirse en espejismo de justicia. (O)

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