Papá no llora

Durante generaciones, a muchos hombres se les ha enseñado que deben ser fuertes, firmes y emocionalmente invulnerables. Para los padres, este mandato se intensifica: se espera que sean el “pilar” de la familia, que resuelvan, protejan y no se derrumben. Pero, ¿qué pasa cuando ese pilar necesita apoyo?
Desde niños, muchos varones escuchan frases como “los hombres no lloran” o “aguántate como hombre”, lo que los lleva a asociar las emociones con debilidad. Así, en lugar de expresar tristeza o miedo, aprenden a reprimirlas. Esta desconexión emocional no desaparece cuando se convierten en padres; por el contrario, se intensifica.
La paternidad conlleva desafíos emocionales profundos, pero pocos hombres se sienten con el permiso de compartir que están cansados, tristes o agobiados. Esta represión no solo afecta su salud mental, sino también sus vínculos familiares.
Un padre que no se permite sentir, pierde la oportunidad de conectar emocionalmente con sus hijos y de enseñarles que está bien ser vulnerable.
Además, los hombres buscan menos ayuda psicológica que las mujeres, lo que contribuye a problemas no tratados y a tasas más altas de suicidio masculino. Romper este ciclo es urgente.
Mostrarse humano, pedir ayuda o llorar no hace a un padre menos fuerte, sino más valiente. Un padre que se cuida emocionalmente está en mejores condiciones para cuidar a su familia. Al hacerlo, transmite un mensaje poderoso: sentir también es parte de ser hombre.
A todos los hombres: sentir no los hace débiles, los hace reales. No necesitan cargar solos con todo. Hablar, llorar, pedir ayuda o simplemente decir “no puedo más” también es parte de ser hombres completos. Porque la verdadera fortaleza está en atreverse a ser uno mismo, sin miedo ni máscaras. (O)