Tu cuerpo, su Ley

Para las mujeres iraníes, la calle no es un lugar libre.
Es una pasarela vigilada por ojos ajenos, a menudo hostiles. Salir a estudiar, a trabajar o incluso simplemente a respirar se convierte en un acto político. Cada paso está cargado de tensión, cada centímetro de piel visible es una amenaza potencial.
Los llamados “controles de moralidad” no brindan una real protección, más bien están enfocados en disciplinar a las mujeres. Una mujer con el velo flojo puede ser detenida. Una foto en redes sociales sin el hiyab puede llevar a la cárcel. Una manifestación pacífica pidiendo libertad puede acabar con sangre en el asfalto y un sinnúmero más de ejemplos.
Sin embargo, el mundo se dio cuenta de la realidad que muchas iraníes ya sabían cuando Mahsa Amini, una joven de 22 años, murió bajo custodia de la policía de la moral en septiembre de 2022. ¿Su “delito”? No llevar el velo “correctamente”. Su muerte fue una llamada de atención, un grito que cruzó fronteras. Miles de mujeres salieron a la calle, se cortaron el cabello, quemaron sus pañuelos y desafiaron al régimen pero muchas pagaron el precio más alto, su vida.
Desde entonces, las protestas y enfrentamientos se volvieron más constantes. En Irán, el cuerpo de la mujer no le pertenece. Pertenece a la ley. Una ley escrita por hombres, ejecutada por hombres, y vigilada por un sistema que castiga la autonomía como si fuera un crimen.
Cubrirse no es una elección. Es un mandato. La ropa no expresa identidad: reprime, oculta, borra. El hiyab obligatorio no es solo una prenda; es un símbolo impuesto de obediencia, una barrera visible entre la libertad y la sumisión.
Nacer mujer en Irán significa aprender, desde muy pequeña, que tu cuerpo es una fuente de sospecha. Que debes vigilarte, ocultarte, disculparte por existir en el espacio público. Significa que te pueden arrestar por cantar en público, por bailar en un video, por hablar demasiado alto.
El sistema no castiga actos, castiga identidades.
La pregunta no es solo “¿qué pasa en Irán?”, sino “qué hacemos con lo que sabemos”. No podemos normalizar la represión ni callar ante las violaciones sistemáticas de derechos humanos. No podemos tratar esto como una cultura lejana. Es una lucha universal: por la dignidad, por el cuerpo, por la libertad. (O)