Recuperar la autoridad y disciplina en el aula

Columnistas, Opinión

Abordar el tema de autoridad docente, implica una relación humana, entre profesor y alumno; con intereses y metas diferentes. Por un lado, está el profesor, responsable (por Ley) de enseñar y formar individuos capaces de desenvolverse dentro de la sociedad; la tarea docente está enfocada en alcanzar el bien común, cumplir de forma responsable y libre con la función formativa dentro de parámetros administrativos, legales y sociales. Por la otra parte está, el grupo de niños y jóvenes que viven en una época globalizada, con avances tecnológicos, a los que tienen acceso desde muy pequeños; que les brinda cierta autonomía, en un ambiente permisivo; con padres ausentes, madres solas o en el que ambos deben trabajar.

En la relación áulica, se manifiesta la disciplina didáctica (UNIR, universidad en Internet) referida al conjunto de normas, disciplina, límites y medidas con la finalidad de crear un espacio óptimo para que se desarrolle el proceso de enseñanza–aprendizaje que permita el logro de objetivos planificados. La autoridad docente, hoy, es tema discutido debido a su ausencia, porque algunos profesores se cohíben en ejercerla, otros, siguen el esquema de “no meterse en problemas” y otros solo piensan en que se ha perdido valores y que nuestra sociedad se desarrolla sin ella.

Hablar de autoridad docente, es cuestión polémica que, se debate entre acción y omisión; enseñar y tolerar, imposición y apatía. Es preocupante que un docente-adulto, pierda su autoridad, frente a estudiantes que carecen del básico principio del respeto (que se aprendía en casa) por la edad y función. Preocupante resulta también el internet como fuente de información inmediata y a la mano de los alumnos -con información digerible- que el profesor no es quien todo lo sabe, mostrándolo como desactualizado e ignorante. 

Entendamos que la “autoridad docente” es aquella que los individuos aceptan, reconocen, evalúan, validan, se identifican y con la que comparten una estructura, organización y compromiso mutuo; tanto el docente como el alumno interactúan de manera activa, así se logra un sentimiento de “pertenencia a un grupo o institución” alcanzando fines educativos comunes.

Inger Enkvist (hispanista y pedagoga sueca) autora del libro “La buena y La mala educación” “Repensar la Educación” y otros, sostiene que es necesario recuperar la disciplina y la autoridad en la escuela porque considera que el aprendizaje exige esfuerzo, orden y guía adulta. Según ella, las metodologías actuales, centradas en la autonomía prematura del alumno, se basan en una visión romántica equivocada: asumir que todos los niños desean aprender por sí solos. En realidad, afirma, los estudiantes, especialmente en etapas iniciales, necesitan un marco estructurado, hábitos de trabajo sistemático y la autoridad del maestro para adquirir conocimientos sólidos. Sin ese acompañamiento firme desde primaria, los alumnos carecen de la autodisciplina necesaria para enfrentar aprendizajes posteriores y los retos futuros de la vida; y, sentencia que: “La escuela no puede ser una guardería, ni el profesor un psicólogo o un trabajador social” Nos hemos instalado en la comodidad virtual. (O)

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