Dos filosofías y dos medicinas diferentes

Columnistas, Opinión

Comprender la realidad de oriente implica adentrarse en los principios filosóficos que han dado forma a su cultura y, por extensión, a su medicina. Durante el periodo feudal, entre el 500 y el 221 a.C., floreció la edad dorada del pensamiento chino con figuras como Confucio y Lao Tzu. Confucio, el gran sistematizador, propuso una ética basada en la sabiduría práctica, el autoconocimiento y el sentido común, orientada al perfeccionamiento personal y social. Lao Tzu, por su parte, nos legó una visión mística y poética del universo, donde todo fluye y se transforma en un equilibrio perpetuo de opuestos: el yin y el yang.

Estos conceptos, lejos de ser abstracciones filosóficas, han permeado la medicina tradicional china, que entiende la salud como el resultado de un delicado balance entre fuerzas complementarias. La enfermedad, en este marco, es vista como una ruptura de ese equilibrio, y el arte de curar consiste en restaurarlo, considerando al ser humano como un todo integrado en la naturaleza.

En contraste, la filosofía occidental, influida por la lógica aristotélica, ha privilegiado la separación y el análisis. La medicina occidental, heredera de este pensamiento, ha alcanzado avances extraordinarios gracias a su rigor científico, pero con frecuencia ha tendido a fragmentar al paciente, enfocándose en órganos o sistemas aislados y relegando la dimensión integral del ser humano.

Hoy, la realidad mundial y la de nuestro país, Ecuador, nos exigen repensar este paradigma. La medicina contemporánea enfrenta desafíos complejos: enfermedades crónicas, salud mental, envejecimiento poblacional, y una demanda creciente de humanización en el acto médico. En este contexto, integrar la visión holística de Oriente con el enfoque analítico de Occidente no es solo una opción, sino una necesidad.

La complementariedad entre ambas tradiciones puede enriquecer nuestra práctica clínica. Por ejemplo, la Acupuntura, basada en principios electromagnéticos y de equilibrio, ha demostrado eficacia en el manejo del dolor y otras afecciones, siendo reconocida por la OMS y otros organismos internacionales. Al mismo tiempo, los avances en neurología, endocrinología y nutrición, pilares de la medicina occidental, nos permiten comprender y tratar enfermedades con una precisión sin precedentes.

La verdadera innovación en salud radica en unir lo mejor de ambos mundos: la sabiduría intuitiva y el sentido de totalidad de la filosofía china, con el método científico y la capacidad de análisis de la filosofía occidental. Solo así podremos ofrecer a nuestros pacientes una atención más humana, efectiva y adaptada a los desafíos del siglo XXI. Es menester involucrar la esfera que abarca pensamientos, sentimientos, emociones, actitudes, perfil de personalidad, perfil conductual, estados de ánimo, es decir tomar en cuenta los traumas y conflictos de los pacientes versus la probabilidad de la correlación con su enfermedad.  Como médicos, y como sociedad, debemos abrirnos a este diálogo de saberes. El futuro de la medicina será integrador, o no será. (O)

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