Ganaron por plancha

Ganaron por plancha, no por méritos propios. La gran mayoría de los asambleístas y concejales elegidos por elección popular mantienen un discurso -mitómano- de poseer un inmenso respaldo y de que sus palabras representan a toda la ciudadanía. Solo los ingenuos pueden creer en esas mentiras, puesto que las mentes inquietas saben muy bien que los últimos resultados de las urnas fueron producto de un país polarizado y de un sistema electoral en plancha.
Es beneficioso y sensato que exista la participación de representantes de diferentes generaciones, porque es indudable el conocimiento y la experiencia que se adquieren con los años, así como la creatividad y energía de la juventud. Sin embargo, en cualquiera de los escenarios, es indispensable que quienes incursionen en la política posean características admisibles y no lo contrario. Según Platón, los políticos debían ser sabios y virtuosos; de igual manera, Rousseau escribió acerca de la virtud política. Pero ahora, Ecuador mira con horror el ingreso de personas al escenario político que no cumplen ni tienen las credenciales básicas para desempeñar sus cargos de manera adecuada.
Estos personajes, en su mayoría, ni siquiera los eligieron en la comisión de aseo de sus escuelitas. Igual que ciertos asambleístas y concejales, también ganaron gracias a que sus candidaturas se enquistaron sujetándose con ganchos y ventosas al voto en plancha. No fue por mérito propio, aunque quieran justificarse publicando sus memorias tergiversadas —de la editorial Pinocho—. Pese a que les duela la realidad, sus postulaciones estaban apadrinadas por caudillos y ciertos partidos. Además, si no lo hacen a la entrada, lo hacen a la salida: como todo político nefasto, se cambian de partido cuando llegan al poder. Estimado asambleísta o concejal, por “el camisetazo” la historia les recordará, y no podrán cambiarla.
¿Quién es el culpable? La respuesta es compleja; no obstante, Walter Benjamin lo resumió de un modo excepcional: la autoalienación de la humanidad “ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden”. Es así que, mientras un porcentaje de la población se cree el cuento de que estamos bien y de que “se respira un aire de paz y de justicia”, el Ecuador real se cae a pedazos en manos irresponsables. A pesar de esto, existe otra parte que sí se cuestiona e incluso afirma: “los políticos son como una vaca en el techo, no te explicas cómo llegó tan alto». (O)