“Ya llega el cuco” o “ya viene el lobo”

Columnistas, Opinión

No será muy feliz -para algunos o para muchos- escuchar las frases “ya llega el cuco” o “ya viene el lobo” porque su sola mención, nos lleva a rememorar ficciones novelescas inacabadas.  A recuperar en la memoria agrestes actuaciones de pasados gobernantes, con legación de ingrata imagen, malos usos y hábitos, como también, la presencia de sicarios y grupos delincuenciales adyacentes que, desde la primera década de este milenio afincaron sus intereses en este suelo y hasta ahora no ha parado la ola de criminalidad y terror en el territorio nacional. 

De los primeros, se cuentan cifras altisonantes de dineros públicos y privados: dispendiados, sustraídos o recibidos vía coima o testaferrismo, que deberían ser recuperados; y, de los otros, interminables actos de barbarie y ensañamiento que vuelven insuficiente mencionar, bajo qué amparo y a las sombras de que nombres narco-tenebrosos circulando a discreción en el país, en la región y el mundo, es que se mantienen. 

Tuvieron tiempo suficiente (con la apertura de fronteras, la ciudadanía universal y la tabla de drogas) para imaginar, crear escuela y hacer de la inocencia, la pobreza y el miedo; el caldo de cultivo y la génesis de irreflexivos “comandos kamikazes” que aprovechan de su juventud para -delinquir a pedido- y mantenerse a buen resguardo por ser inimputables. 

Esta última cita, intentando un paralelismo con la novela de J.D. Salinger “El guardián entre el centeno” cuyo relato nos ubica en la complejidad de la adolescencia, la alienación juvenil y la crítica a la sociedad de la postguerra en los Estados Unidos de los cincuenta, parecería relacionar a aquellos “Kamikazes criollos” con la idea de los Candidatos Manchúes que sigue siendo popular en la cultura conspirativa. 

Y por lo que actualmente nos pasa a los ecuatorianos, casi que no cabe duda de esa “empatía inconsulta” y, no es para menos. 

Pero hay algunos sicarios más sutiles y de amplio espectro que se escudan en la palabrería barata e intentan reeditar viejas prácticas restrictivas y amordazan tés de la opinión ciudadana y de la libertad profesional del periodismo, para encaminar sus nefastas propuestas de reforma legal con miras a reeditar una ley abusiva que hace apenas dos años atrás fue eliminada. 

Estos sujetos, son tanto o más peligrosos que los vinculados a esa banda de delincuencia organizada que elimina a personas y familias sin ningún remordimiento.

No estamos dispuestos a escuchar frases y menos a recibir visitas desagradables e incómodas a nuestra sociedad, salud y progreso. Por eso, no cabe otra estrategia que no sea la de conversar ampliamente y ratificar nuestra vocación libertaria y democrática en las urnas el próximo 13 de abril, Día del Maestro ecuatoriano.

¡Sigamos su ejemplo!    (O)

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