YOÍSMO

Vivimos en un mundo en el que reina el “yoísmo”: el yo, yo y yo como único centro de atención y cuya sociedad, consecuentemente, se desenvuelve en un mar de dualismo, separación y caos. Comprobémoslo con el siguiente cuento:
Un hombre se enteró de que había un mercader que vendía un genio el cual complacía todos los deseos. Fue a comprarlo, pero el vendedor le advirtió: -“Tienes que pedirle deseos continuamente, si no, te cortará la cabeza”. -“No te preocupes, respondió el comprador tremendamente excitado, son tantas cosas que deseo que no tendrá tiempo para descansar”.
Ya en casa, el genio le dijo: -“Y bien amo, ¿qué deseas?”. -“Deseo un enorme palacio”, respondió, y en pocos segundos apareció ante él. -“¿Qué más?”, preguntó el genio -“Un harén con hermosas mujeres”, al instante bellas jóvenes le rodearon. -“¿Y ahora?” -“Un enorme banquete con los más deliciosos platos y manjares”, ordenó, -“Concedido. ¿Algo más?…”
Y se quedó en blanco. Sin pensarlo, el hombre echó a correr a suplicarle al mercader: -“El genio es tan eficiente que ya no sé qué más pedir; me matará. ¡Ayúdame!”. -“Te lo advertí”, respondió el vendedor. Y después de un largo silencio dijo: -“Mira, pídele que construya una escalera y que suba y baje por ella hasta que le ordenes que pare. Mientras, puedes dejar de desear y disfrutar de lo que ya tienes”.
Desmenucemos desde la lógica esta ridícula historia. Para comenzar, alguien “ofrece” un genio -así sin más- cuando todos sabemos que tal genio no existe y de haberlo ¿quién en sus cabales lo va a ofrecer pudiendo él mismo aprovechar semejante maravilla? Y por si fuera poco, no es el típico genio de los “tres deseos”, este es uno insaciable que no se cansa de conceder -por siempre- todo lo que su amo ordene.
Pero, si a esta historia la miramos desde la perspectiva espiritual, ya no resulta tan ridícula que digamos porque, si lo piensa bien, el genio sería nuestro ego (yoísmo): dador insaciable de felicidad efímera (el genio, entonces, sí existiría). Y que quien nos lo ofrece sería Dios usándolo como medio en favor de nuestro aprendizaje, por eso, después de que el ego nos atiborra con un sinfín de satisfacciones mundanas propias del yoísmo (estatus, fama, dinero y todo lo que provenga de la escasez y la necesidad) no solo que nada de eso nos llena, sino que cada vez pedimos más.
En un momento dado, sin embargo, este bucle de insatisfacción nos harta y sentimos morir. Buscamos entonces Su ayuda y es cuando Él nos entrega una de sus mayores enseñanzas: Mantener al ego engañado con cualquier ocupación trivial y así, con la mente en paz, disfrutar las maravillas que poseemos aquí y ahora en unión e igualdad con mi hermano. No lo olvide: Dios le va a presentar los desafíos que necesita afrontar junto con la solución más amorosa. Confíe en Él. (O)