¿CÓMO NACE UN ABOGADO? / Álvaro E. Sánchez Solís

Columnistas, Opinión

Un abogado debe tener una exhaustiva preparación para la defensa de una persona cuyos derechos han sido conculcados. Pienso que los estándares, en nuestro país, para el ejercicio de la profesión, son bajos. En Estados Unidos, por ejemplo, es un requisito, para ejercer la profesión, la aprobación del “Bar Exam”, un examen oral y escrito que exige una profunda comprensión del derecho y de las capacidades de un abogado. En Inglaterra, por otro lado, existen dos tipos de abogados: los solicitors, que se dedican al trabajo fuera de las cortes (trámites y cuestiones formales); y los barristers que, después de una preparación de varios años, están facultados para representar a personas en las cortes. Por ello, presento algunos consejos que pueden ser útiles.

El abogado, además de una intensa preparación en leyes -que debe ser lo básico- debe estar al día con las últimas jurisprudencias de la Corte Nacional de Justicia y de la Corte Constitucional. Es vergonzoso ver a abogados argumentar, en demandas y contestaciones, con antiguos precedentes que, con el tiempo, han sido modificados. Es un pecado que algunos abogados, incluso, “de prestigio”, cometen.

Un abogado también nace en el conocimiento de la realidad humana y en el entendimiento de sus comportamientos. Las leyes están hechas, principalmente, para regular las conductas de las personas y, por ello, es fundamental que un abogado conozca el porqué de actuaciones de las personas. Para esto, es importante la literatura y la filosofía. Un abogado debe dedicarse a la lectura, a parte de las leyes y jurisprudencia, de los libros que desentrañan el espíritu humano.

Por último, un abogado debe tener habilidades de comunicación. Pararse en una sala de audiencias, frente a un juez, al abogado de la contraparte y, en casos polémicos, a un público lleno de periodistas, no es fácil. El abogado debe procurar serenidad, claridad, sencillez y coherencia en sus alegatos. Así, también, no debe dejar que los nervios le nublen la razón ni le genere reacciones que pueden afectar a la defensa del caso. Perder la cabeza en una audiencia es fácil, lo he visto en repetidas ocasiones.

Espero que estos consejos le sean útiles al abogado o estudiante de derecho que lea esta columna. No deben olvidarse nunca que, en sus manos, está la libertad, el patrimonio o la tranquilidad de una persona y su familia.

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