Ucrania / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

La ofensiva de Rusia contra Ucrania marca el fin de la pandemia pero también la amenaza de un conflicto armado que todos huyen. Sin embargo, y a pesar de la evidente fortaleza de Rusia, Ucrania ha sabido pelear. Está ganando la batalla sicológica y la imagen de su líder y presidente opaca a la de Putin, desgastado por la crueldad de sus acciones.

No se entiende por qué Rusia empezó la destrucción de edificios civiles y lugares que no son estratégicos. Quizás por la desesperación de que los ucranianos no cedan ante el miedo y los militares no abandonen las armas como pensaron. Sin duda, un mérito inesperado de los atacados que, además, cuentan con figuras públicas famosas como el alcalde de Kiev y ex campeón mundial de pesos pesados de boxeo y el propio presidente del país.

¿En qué terminará todo esto? Hace dos días quizás la respuesta era segura. Pero, con el avance del tiempo, los escenarios se van moviendo. Putin inició una guerra que no convence ni a sus propios ciudadanos. No se trata de la respuesta ante una afrenta nacional por el orgullo herido o el daño recibido. Al menos, desde lo que se percibe externamente, se trata de un capricho personal con razones trabajadas que no cuelan en el relato que suele acompañar a estas campañas militares.

En lo que sí triunfó ya Putin es en develar la vergüenza de los líderes occidentales y su incapacidad para evitar tal conflicto. Trump ya deja de ser el mal presidente que cierta prensa quiso vender y se convierte en el verdadero estadista que impidió este conflicto, logró la paz mientras gobernó y no generó ninguna guerra. Biden no logra ni responder en las ruedas de prensa. Se duerme y se pausa. Jamás tuvo peor cara el supuesto líder del mundo libre. Ojalá se acabe todo esto.

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