Zorba el griego/ Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Zorba el griego, es una novela que retrata la relación amistosa que llevan dos hombres que tienen formas muy diferentes de ver la vida, uno de ellos es un joven estudioso y apasionado de la lectura y con poca experiencia práctica en la vida (Basil); el otro, un hombre a las puertas de la tercera edad, simple en todos los sentidos y con una filosofía practica sobre cómo vivir la vida (Zorba).

En un pasaje del libro, de los innumerables que valen la pena considerarlos, Zorba le dice a Basil: “-Discúlpame, patrón, soy palurdo; las palabras se me quedan en los dientes como se queda el barro en los pies; no puedo hilar las palabras y dispensar gentilezas; no puedo; tú entiendes.” Palurdo significa que tiene poca educación o escasa formación cultural y no sabe comportarse con elegancia y buenos modales en público. Pero lo que le falta de cultura a Zorba, le sobra de sabiduría, pero de esa sabiduría ingenua y espontánea que tanto escasea en nuestros días y que la anhelamos con genuina intensidad.

De su lectura concluimos varias cosas. No hace falta ser letrado, culto o académico para ser buena persona. Los valores más excelsos nacen del alma y no del dinero, el éxito o el poder. Debemos dejar de atormentarnos por tonterías y disfrutar la vida con las cosas más sencillas. Hay que ser un poco loco para ser completamente libre.

¿Cuántos de nosotros nos parecemos a Zorba? ¿Cuántos vivimos la vida con verdadera intensidad y autenticidad? ¿Cuántos de nosotros nos levantamos cada mañana y vemos todo como si fuese la primera vez que lo hacemos? ¿Cuántos le devolvemos la virginidad al viento, al mar, al fuego, a la mujer, al pan? Muy pocos, ciertamente; es que vivimos tan enfrascados en cerrar un negocio, en terminar el proyecto, en completar la cuota del préstamo, en resumidas, solo pasamos la vida y nos olvidamos de ‘vivir la vida cada día’, que es lo que en griego significa Zorba.

Deberían las naciones tener algún mecanismo para identificar a personas con la sabiduría de Zorba (que las hay y muchas) para que sean ellas quienes nos guíen, orienten e incluso nos gobiernen. Ya las ‘mentes lúcidas, manos limpias y corazones ardientes’ nos fallaron groseramente, como nos fallan también un montón de palurdos que sin escrúpulos, sin idea de nada, ni mucho menos sabiduría nos representan y ostentan una curul en la primera función del Estado.

Necesitamos más Zorbas en el mundo y menos pícaros oportunistas; el problema es que, como dice Zorba “cerca entre sí están las puertas que conducen al cielo o al infierno y son parecidas”. (O)

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