Virtudes de filosofía política / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



El enfoque de la política ha ido alejándose de las Cuestiones dirigidas a los fines más recomendados de la vida, a los orígenes pasionales de las acciones. Los mayores, los viejos, se resignaron acomodar lo que los modernos están desesperados por acondicionar: las fallas humanas.

Los políticos modernos enfoquen su atención en lo del instante actual antes que no potencial. Entusiastamente utilizan lo del momento antes que, como lo hacían nuestros ancestros, resistir juiciosamente el nombre de los potencial, de lo posible.

Obviamente, lo de hoy debe ser acomodado. Por supuesto un arreglo guiado por metas de excelencia. La filosofía política moderna ha transformado cada hecho en Principio moral: el hombre permitido, estimulado inclusive, hacer lo que más desea hacer, consistente con lo mismo que otros hombres elaboran.

La suposición es que el bien social es posible lograrse mediante inteligentes arreglos institucionales que canalicen y manipulen los impulsos humanos más poderosos.

Abandonar políticas espirituales es alejarse de la excelencia, pero esta razón no es un acto de pesimismo. Mejor dicho, un asidero en el camino del optimismo. El hombre no sería elevado, pero puede ser domeñado.

Los regímenes pueden no llegar a las alturas, pero si perpetuarse. Máquinas en movimiento constante. Artificios controladores del movimiento natural de la humanidad.

La filosofía política de nuestros antepasados exigía habilidad de estadista. La filosofía política moderna exige menos, muy poco, de los estadistas-modestia con fines banales-pero promete claridad y certeza.

Las dos grandes virtudes de la filosofía política moderna son las relacionadas con las virtudes de simplicidad y de la doctrina de igualdad.

Hoy, la redefinición creativa dice que la filosofía política moderna, el buen orden social, deben ser más accesibles… Y la vocación de estadista menos exacta. (O)

Deja una respuesta