Violencia realidad persistente / Msc.psc.cl.phd © Miguel Guzmán

Columnistas, Opinión

A diario estamos inmersos en actos violentos, un ejemplo de aquello es la de una madre que quema sus partes intimas por romper un billete de diez dólares a un menor de apenas cinco años, existe violencia en la urbe, en centros carcelarios, en el núcleo familiar, en instituciones públicas, privadas, en estratos sociales sin distinción de género, raza, etnia o edad.

La violencia ha sido una constante en la evolución de la sociedad, desde tiempos inmemorables. La relación de los sujetos en la sociedad siempre se ha visto marcada por actos de violencia tendientes a conseguir algún logro, o aumentar el poder que se cree tener.

De la misma manera, la violencia acompaña las actividades delictivas de muchos funcionarios de los establecimientos penitenciarios, casi siempre organizados en torno al negocio de las drogas, pugna entre bandas rivales. Estos comportamientos, como puede notarse, colindan con la violencia institucional.

Adolescentes y niños se han visto involucrados, cada día con mayor frecuencia, en este género de comportamiento criminal en el cual destacan, en orden de importancia: las lesiones personales, los robos, la tenencia sumada al tráfico de drogas, los homicidios, y las violaciones. Lo más preocupante de estos comportamientos es que, aparte de los hurtos, los cuales ocupan el primer lugar en toda la estadística delictiva juvenil, los hechos violentos dominan sobre la criminalidad no violenta, lo cual significaría que, en el mediano plazo nuestra delincuencia estaría cuantitativa y cualitativamente dominada y definida por su carga de agresividad, y lo que es peor que sería el modo de vivir de mucha gente joven en vista de que se inician en ella en edad temprana y la eligen como carrera.

Pero estos datos, ¿nos permitirían también afirmar que la criminalidad ecuatoriana en el presente, nos perfila como uno de los países de América Latina y del mundo más violentos?

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