Veneno y sangre / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Bien reza algún dicho popular que ser honesto significa hacer lo correcto aunque sepa que nadie lo está viendo. Por lo tanto, si decide que de vez en cuando no está mal violar normas éticas y lo hace porque además sabe que está amparado legalmente, pues en tal caso debo decirle que ha caído presa de la droga de la viveza, la picardía y la sapada, la cual una vez inoculada en su organismo es altamente adictiva y muy difícil de dejarla.

La historia nos ha enseñado que en este sentido hay diferentes grados de infección que van desde aquellos contaminados con dosis muy pequeñas del veneno en su sangre, hasta los que aparentemente tienen más veneno que sangre en la cara. Y como usted bien intuirá, muchos de los políticos corruptos son de los segundos, porque si algo hace bien esta droga es convertirlo en un actor de primera aparentando en todo momento decencia y honestidad. Recuerde, sin embargo, que no siempre lo legal es correcto o es moral.

El candidato Aráuz, al igual que sus compinches que dicen ser de una calidad moral incorruptible, siempre estuvo infectado en el grado más alto (el solo hecho de mentir reiterada y descaradamente ya es un tipo de infección grave), pero la semana pasada en el caso del candidato correísta la grave toxina ya supuró con pus y malos olores. Ingresó a trabajar -con nombramiento- en el Banco Central cuando apenas tenía 21 años (lo cual, de entrada, hace presumir fuertemente que no fue por méritos sino por afinidades políticas) en la época de Correa, y se mantuvo casi trece años, hasta el 2020 inclusive, siendo funcionario de carrera tres años del “peor gobierno de la historia” liderado por “el traidor” como él y su grupo llaman al presidente Lenín Moreno y a su gobierno, lo cual es, por decir lo menos, incongruente e indigno para consigo mismo. Al menos diez de esos años no trabajó, pasó en comisión de servicios, pero esperando silente y astutamente todo ese tiempo hasta que lo despidan, como efectivamente ocurrió y en consecuencia cobrar (en plena pandemia) casi treinta mil dólares de indemnización por todos esos años no trabajados. Claro, todo fue legal (lo cual implica revisar y corregir este tipo de privilegios legales aviesos e inmorales), pero lo mantuvo en sigilo durante toda la campaña porque sabe que es una viveza, una picardía y una sapada de su parte; pero cuando hay más veneno que sangre ya ni se sonrojan.

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