Valorar / Washington Montaño

Columnistas, Opinión


Bien nos viene el dicho popular que “valoramos muy tarde aquello que se ha perdido temprano” Para todos es conocido que los valores, en su acepción en latín, significa “ser fuerte”, pero fuerte en las concepciones y acciones que se enseñan y aprenden con el ejemplo, desde la primera y natural escuela que es la familia. Esta enseñanza de formación, se traduce en cualidades, creencias, hábitos y destrezas que caracterizan solo a las personas que, por medio del comportamiento aceptado socialmente, determinan una forma de vida para idealizar un destino, a forja de la preparación educativa.

Es por esta razón, la formación en valores, que determinadas culturas sobresalen ante otras, por el fuerte componente axiológico inmerso en su sistema educativo. La buena escuela –no me refiero a la institución- es la práctica social heredada, aquella de la normativa escrita, que fue avalada por las generaciones que nos precedieron, cuyo legado debe ser enaltecido. Si antes fuimos referentes del buen ejemplo, hoy también lo somos, pero de costumbres raras, importadas, antinaturales y antisociales. Y lo peor es que quienes debían protegernos de estas corrientes de descomposición social, como son los gobiernos que auto tildados de revolucionarios, no lo hicieron y cometieron un sinnúmero de vejámenes a la sociedad como la desinstitucionalización de toda organización como fuerzas armadas, policía, médicos, docentes, gremios.

La de octubre y la de ahora, toma a un Ecuador no desprevenido, sino desorganizado, politizado por el juego del poder, a lo macho men o wonder woman, en sus jurisdicciones. Esta catástrofe, no hace más que develar   que las caras conocidas de políticos del anterior régimen sigue enquistados en el poder y asoman inmaculados a dar lecciones de moral, a sugerir cambios en la estructura del Estado, a proporcionar ideas de cómo sacar dinero al pueblo; y, ya sabemos que pasó en el terremoto de Manabí, por donde se revisaba, salía y sigue saliendo ese olor fétido de la descomposición por la terrible corrupción. Ciertamente no tienen vergüenza, es de Rípley que, en tan nefastas condiciones, que los directivos del IESS conformados por antiguos militantes verde perico, quieran adquirir insumos sanitarios con sobreprecio tan descarado.

Nos hemos deshumanizado y llegó el momento de aprender a darle el valor al ser humano en su esencia funcional que, nos permita valorar la tarea del personal de salud, de la policía, los militares, bomberos, cruz roja, policía municipal, agentes de tránsito, que se ha sacrificado hasta la muerte; si comprendemos su tarea, debe ser motivo de imperecedera gratitud social. No hemos perdido algo de valor, hemos perdido la capacidad de valorar la vida. Porque permitimos el aborto, la descomposición de la niñez y juventud por ser permisivos con las drogas, el alcohol y el derroche de la libertad en juergas y farras.  

Hay que valorar la estructura del hogar, institución de la que nace la familia para protegerla por el amor que nos une; valorar la naturaleza como fuente única de nuestras necesidades; valorar el trabajo que hacen las manos humildes y honradas de los agricultores para proveernos de alimentos en nuestras mesas; valorar la oración que une espiritualmente a las familias, a las sociedades y a la que recurrimos solo en momentos de sumo apremio y luego olvidamos. Valorar la tarea de los profesores, hoy se dan cuenta los padres que ellos son los primeros profesores de sus hijos, criarlos en disciplina para sean productivos y no parásitos que pasan acostados o embobados con los celulares.

Si no valoramos la vida, no servimos para vivir. Dios nos podrá perdonar, el tiempo no.  

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