Vacunación incierta / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

“¿Vacunarse o no vacunarse? He ahí la cuestión”, se preguntaría el Hamlet posmoderno de los tiempos coronavíricos mientras los murciélagos chinos le sobrevolaran la cabeza. ¿Y con las vacunas gringas o con las asiáticas experimentales?. Todo un dilema del 2021. Y provacunas o antivacunas (yo en lo personal estoy a favor de su uso), lo cierto es que en aquellas ciudades y países donde la vacunación ha superado un porcentaje mayor al sesenta por ciento la cosa parece volver a la normalidad. Fuera mascarilla, chao aforos limitados y adiós restricciones.

El Ecuador experimenta, sin embargo, dos problemas fundamentales respecto de otros países desarrollados. El primero, que no ha logrado acceder en un gran número a las vacunas norteamericanas y europeas. Y, el segundo, que las que han llegado y seguirán llegando generan un recelo entendible entre muchas personas y, por ende, demoran la inmunización de rebaño que se cree indispensable para terminar con las medidas restrictivas a todo que nos ha traído la pandemia.

Y los dos problemas se evidencian ya en el ausentismo de los grupos programados para vacunarse hasta hoy y en la opinión de muchos de que, al menos con las vacunas chinas Cansino que el gobierno logró adquirir por millones, no se vacunarán. ¿Cuándo podría entonces alcanzar el Ecuador la inmunización de rebaño y volver a la normalidad? Difícil saberlo. Entiendo, sin embargo, a quienes tienen recelo de vacunas distintas a la de Pfizer o J&J. Es normal que alguien que se sienta sano y que, como la mayoría de ecuatorianos, no se ha contagiado del virus hasta este momento, dude en ponerse cualquier vacuna. Más aún con la información y desinformación que abunda.

Sí creo que para que el plan de vacunación del gobierno funcione se debería permitir la inoculación de quienes sí se quieren vacunar y, posteriormente, dedicar esfuerzos a quienes no se quieren vacunar o están con dudas. Vacunando a los que sí quieren se alcanzaría un porcentaje importante de inmunización que permitiría pensar en volver a la normalidad. Ese objetivo, sin embargo, no se logrará manteniendo los esquemas de prioridad actuales. He propuesto, y creo que sería positivo, que de los siete días de la semana se establezca uno o dos días de libre vacunación para los que quieran, sin restricción de ningún tipo. Quizás así los interesados podrían vacunarse más rápido y dejar de esperar los tiempos del gobierno y de los propios ciudadanos. Adicionalmente, y con el propósito de clarificar el escenario futuro, permitir que quienes no se quieren vacunar por la razón que sea informen sin obligación su intención al gobierno de no hacerlo. Y, así, presupuestar el porcentaje de inmunización de rebaño al que se podría llegar sin ese grueso de la población vacunada. (O)

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