Un domingo más en casa/ P. Hugo Cisneros C.

Columnistas, Opinión

LECTURAS DOMINICALES                                 



Vivimos hoy un domingo más en casa, sin poder acudir al templo para celebrar el día del Señor.

Reunámonos en casa y luego de la lectura a la Palabra de Dios de este domingo. Hagamos oración y compartamos nuestros sentimientos sobre la palabra de Dios de este domingo y así hagamos que este día, desde nuestras casas se convierta en el día del Señor.

Comparto, los sentimientos de Segundo Galilea sobre las lecturas de este domingo que encuentro en su libro “La Palabra del domingo”.

Primera lectura. Hch 8,5-8. 14-17

            El don supremo de la Pascua es el Espíritu Santo. De ello trata la liturgia de hoy.

            En esta lectura se nos habla de la evangelización del pueblo de Samaría, y de cómo era importante para la Iglesia que a su debido tiempo recibieran el Espíritu Santo. “Les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo”. Podemos ver aquí el origen del sacramento de la Confirmación.

Segunda lectura. 1P 3, 15-18

            En este texto S. Pedro nos advierte que debemos estar siempre listos para dar cuenta de nuestra esperanza.

Por supuesto que la razón de nuestra esperanza cristiana es Jesucristo, pero debemos ir más allá: es Jesucristo viviendo en nosotros por su Espíritu Santo, siempre actuando para mantener y aumentar nuestra esperanza.

Tercera lectura. Jn 14,15-21

            Este evangelio trata de la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús a sus discípulos, como la manera de quedarse con ellos después de la ascensión.

Algunos puntos importantes sobre esta promesa:

  1. Para recibir el don del Espíritu Santo con efectividad debemos amar a Jesús, amar a Jesús no es un sentimiento, sino es cumplir sus mandamientos, actuando de acuerdo a su modelo. Cuando hacemos esto, el Espíritu de Dios crece en nosotros.
  2. Recibir el Espíritu Santo y llevar una vida de acuerdo con el Espíritu es tan importante, que Jesús resucitado retiró su presencia física y volvió al Padre, para podernos enviar su Espíritu.
  3. El Espíritu Santo es la presencia de Dios en nosotros. Es Jesús trabajándonos y salvándonos “a distancia”, es “el dedo de Dios” que transforma el mundo y promueve el Reino.
  4. Por lo tanto el Espíritu Santo es idéntico al Espíritu de Jesús, que es el Espíritu que hemos recibido. No hay varios “espíritus santos”: uno en la Trinidad, otro en Jesús, otro en nosotros, sino un único Espíritu Santo que compartimos con Jesús.

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