Un domingo diferente / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Este será un domingo diferente. ¡Si! uno de aquellos en los que -pese a las ausencias- el sol caliente la piel y abrigue el aliento. Un día en el que la calle se transforme y te invite a caminarla y descubrirla, en busca de un espacio en el que puedas consignar tu esperanza, resumida en una cruz marcada sobre el papel.  

Será la ocasión para recorrer sin sentir miedo y, en el periplo, encontrar a los amigos y a los que aún no se consideran tales, pero que, adhiriendo a una causa nos prodigaron afecto sin detenerse a saber quiénes somos y nos compartieron su bandera y sus cánticos.  

Un domingo para mirar y sentir cómo, esa sensación decenal de frustración y agotamiento físico y mental va transformándose en cada pecho, y es reemplazada por un sentimiento de unión y empoderamiento; en tanto la moral, que parecía devastada, renace y llena de fuerza las manos y el ánimo.   

Es un domingo para honrar al País, para exaltar a este paraíso llamado Ecuador, para extasiarnos con sus valles, montañas, nevados, colores, selvas e islas encantadas y reconocer que, lo que en realidad le debemos al país es más fuerte que el simple conformismo o la indiferencia.   

Que las razones para salir de casa son más grandes que el escepticismo y la distancia con la que pretendíamos ahogar los problemas en el silencio. Que son nuestra razón de ser y de existir las que nos mueven a reencontrarnos con nosotros mismos y con nuestras expectativas y desafíos.  

Por eso salgo y encamino mis pasos hacia la escuela que años atrás fuera mi refugio de aprendizaje y hoy, receptáculo cimero de democracia. Porque no lucho por mí, sino por mis hijos y por mis nietos. Porque todo lo que soy empezó aquí, en esta tierra, y porque con callar no gano nada y pierdo todo si no me expreso a tiempo.   

Por eso sufrago, por eso elijo, y por ellos, por mi familia, cruzo la plaza y por delante de la iglesia, que celosa guarda el tañer de su campana dispuesta para anunciar buenas nuevas, me desplazo con la mirada fija en el horizonte que irradia luz y reconoce el cambio.  

La calle, tiene ahora un poder de atracción ineludible.   

Para sentirlo hay que recorrerla y dejar impregnado en sus simétricas piedras adosadas, el repudio a la corrupción, porque este domingo resurge la valentía, la dignidad y el honor.   

¡No importa la edad! 

Caminemos, que el triunfo aguarda por nosotros.   (O)

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