Trascender como ser humano / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Para que una persona trascienda en la vida (en su sentido humano, espiritual y evolutivo) se requiere la conjunción de varios factores, uno más exigente que otro; por eso es que trascender (dejar huella positiva, ser referente, crecer en espíritu o como quiera decirse) no es sencillo, de hecho, muchos lo han intentado, algunos solo aparentaron, pero pocos lo han conseguido realmente.

Alguien que busca trascender debe necesariamente asentarse sobre estos cuatro pilares: honestidad, disciplina, nobleza y pasión. Pueden sumarse más, pero no puede obviarse ninguno. Hay quienes aparentan haberlo logrado al ser muy disciplinados y apasionados, pero pecan de deshonestos; o detentan todos los pilares, pero les falta nobleza. Lo triste es que a estos, si son políticos, la gente suele creerlos, porque la deshonestidad y la falta de nobleza se pueden ocultar hábilmente.

He vuelto a leer el libro Cartas a mis hijos, escrito hace diez años por el recientemente electo presidente del Ecuador Guillermo Lasso, confirmando nuevamente que su vida gira en torno a esos cuatro pilares de virtud. Más allá de ser un exitoso empresario, es un exitoso ser humano, que es, en definitiva, lo que cualquier sociedad busca de sus líderes.

En torno a sus propias vivencias, aprendizajes y experiencias, Lasso en el libro conversa con sus hijos en un lenguaje muy cercano y cordial, les orienta y educa describiendo las diferentes facetas de su trabajo público y privado en los que ha debido enfrentar todo tipo de retos y desafíos con muchos tragos dulces, varios amargos y unos cuantos sinsabores.

Por razones obvias no puedo transcribir los momentos que en lo particular me enseñaron y emocionaron del libro, son tantos y tan significativos que sería más sensato si le aconsejo que lo adquiriese. Pero sí puedo mencionar grosso modo los elementos que a mi manera de ver le permitieron a Lasso trascender como ser humano. Uno es, por ejemplo, que siempre se distinguió por cumplir y hacer cumplir la Ley sin favoritismos; otro, su convicción inquebrantable por lo correcto, lo moral y lo decente; dos más, su gran visión y tenacidad al emprender, así como su evidente sensibilidad y compromiso por las causas nobles; y claro, su amor incondicional a Dios y a su familia.

Qué satisfacción saber que ahora sí tenemos un presidente honesto, disciplinado, noble y apasionado; un presidente que desde niño supo lo que es la humildad y que creció con ella; uno que conoce en la práctica (algunos ni siquiera en teoría) las vicisitudes de ser empleado, emprendedor y empresario. Qué satisfacción saber que a los tiempos Carondelet se honra con la presencia de un ser humano que ha trascendido. (O)

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