Soledad y Vacío / Gabriel Morales Villagómez

Columnistas, Opinión

 

Las ciudades, las calles, las familias y los seres humanos  estamos llenos de soledad. La soledad es el mal del siglo. No obstante que las calles, los teatros, los cafés, están llenos de masas, muchedumbre, aglomeraciones, tal y como describe Ortega y Gasset (1929) en su libro “La Rebelión de las Masas”; y, sin embargo, nuestro peor mal es la soledad y el vacío en la que hemos caído, a pesar de estar rodeados de tanta gente que camina y pervive junto a nosotros.

El mundo virtual, la tecnología, el internet, los teléfonos celulares, las computadoras  nos están deshumanizando y destruyendo. La interconexión electrónica nos conecta  al instante con los lugares más recónditos del mundo entero y al mismo tiempo nos  aísla de los demás, nos priva de los abrazos, de la calidez de compartir juntos, de mirarnos a los ojos, de estar conectados personalmente.

La sociedad virtual es un mundo ficticio, de imagen y superficialidad, de maquillajes, máscaras que nos recluyen en la soledad y nos alejan de los demás, en donde el prójimo no existe. Nuestro perfil social se construye  sobre la base de aspectos que buscan complacernos, divertirnos, satisfacer intereses, lograr  relaciones ligeras, pero en el fondo estamos solos.

No serán las drogas ni la obesidad los males que atormente a la sociedad de mañana, sino la adicción a los  teléfonos celulares, a las computadoras y otros  aparatos electrónicos que nos llenarán de ansiedad, depresión, insomnios, trastornos, soledad y vacío.

Cada día empleamos más tiempo sujetos a los aparatos electrónicos y accedemos a una  gran cantidad de información que hace que sepamos menos.

Convivimos en una red de apariencias, de discusiones estériles, de tendencias impuestas que nos inducen a ser consumidores y espectadores. Las redes sociales se han convertido en el centro de convergencia de nuestras vidas.

Mientras más conectados estamos y “acumulamos” virtualmente  más amigos y “Likes” más solos nos sentimos, pues no existe una conexión personal y somos incapaces de forjar una relación humanamente completa, en donde nos podamos mirar  directamente a los ojos, percibir el olor, escuchar la voz, tener un contacto personal con los demás, en donde fluya la química y se pueda construir un enlace empático.

Paradójicamente no es bueno el tratar de mostrar una visión idealizada de cada uno, sin dejar entrever los puntos débiles, las flaquezas del alma, los malos hábitos, las debilidades humanas, los errores, pues los seres humanos somos una construcción de aciertos y flaquezas, necesitamos presentarnos como somos.

El temor de los jóvenes a la soledad ha hecho que estén permanentemente interconectados, sin importarles que la tecnología les arrebate la privacidad y la intimidad, haciendo de su “muro” el espacio en donde se depositan, sus tristezas y alegrías, sus frustraciones, sus mentiras, sus deseos, aún su silencio. Pero detrás de su perfil se acentúa un sentimiento de soledad que clama por ser acompañada.

 

Debemos evitar que se deshumanice la sociedad. Las relaciones en las redes sociales y la tecnología requieren un uso adecuado, dejando espacio para entretejer las relaciones personales, reales y directas, porque al estar sólo interconectados virtualmente se “llenan los ojos y se ocupan las mentes, pero se vacía el corazón”. Soledad y vacío. (O)

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