SI NO HACEMOS NADA/ Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión



No es justo continuar anclado a la historia y repetir, por generación espontánea, error, tras error, imaginando que a fuerza de hacerlo dejará de ser una equivocación.

Las ideas surgen -renovadas- de un momento a otro. 

No es viable entonces que nos empeñemos en tapiñar las verdades con la sola finalidad de evitar reconocer que esos fallos, con los que nos acostumbramos a vivir, son la causa fundamental de nuestro karma e inmovilidad. 

El tiempo transcurrido, que es diferente a la historia vivida, nos demanda ubicarnos en la primera línea para arrancar el nuevo esfuerzo que hará de nosotros, una mejor persona, una mejor familia, una mejor sociedad. 

No obstante, esa línea a tierra que nos sujeta el paso, y se hace más visible y difícil de evitar; lejos de afianzar nuestros cuerpos a la rotación y a la traslación, coloca nuestra intención en la esfera de lo imposible, para que, desalentados, pensemos que otro tiempo pasado fue mejor.

Tenemos entre manos una carta constitucional bloqueada. Esa sí, encadenada y con candados que impiden las posibilidades de revisión y mejoramiento que pudieran advertirse necesarias y pertinentes y, una estructura -generada- a partir de aquella que, por igual, procura restringir, a toda costa, las iniciativas ciudadanas que surjan para introducir modificaciones y cambios.

El andamiaje constitucional y legal, está evidentemente armado como un rompe cabezas, con fichas preestablecidas, cuyas aristas y bordes coinciden a plenitud con las demás del tablero y, sus artífices, tanto como sus peones de ajedrez, solo se desplazan en la línea predeterminada, un paso a la vez y con la mirada restringida hacia los costados.

Se agregan algunos mantos, como si fuesen una suerte de sábanas que van dispuestas a cubrir los desperdicios para que no se vean las migajas y menos los gusanos desplazándose cómodamente entre ellas, disfrutando de la basura y adaptados al escondijo de su hábitat natural.

Esta panorámica globalizada intenta, por todos los medios, retomar las viejas ideas del grito, el color y la diatriba, como parte del proceso regional imaginado para centralizar, no sólo las ideas sino también los espíritus, en función de hacerlos girar en torno de un mismo y artificioso escenario de corrupción, bajo el paradigma seudo revolucionario de sus mentiras.

De vez en cuando, hace bien abrir los ojos y ensayar la palabra para comunicarse como se debe y cuando se quiere. 

Permanecer silentes no nos hará más fuertes. Todo lo contrario, nos dibujará pusilánimes y debiluchos, sin arrestos, sin prestancia, sin decencia.

Los temporales mecanismos de interrupción democrática que se pretendieron concretar, no pasan de ser apariciones reiterativas de una vieja costumbre de reclamo, anclada, ella sí, en la misma necesidad no solventada y utilizada como punta de lanza para reposicionar los mensajes y a los mensajeros del caos.

Finalmente, mensaje y mensajero, se ocultarán hasta un nuevo momento en el que deban aparecer para continuar construyendo en mente y territorio, el esquema delincuencial de la supervivencia regional, cimentada en la generalización de la pobreza y la limitación del pensamiento masificado en la inutilidad y el costumbrismo.

Si no somos capaces de leer la historia, reparar los daños, corregir errores y levar anclas, para navegar hacia mejor puerto, lo mejor que nos sucederá será ahogarnos en la orilla del mar de la incertidumbre y la congoja.

Esta puede ser la hora de empoderamiento de las propuestas que surjan, una vez que analicemos y acordemos su conveniencia, positivismo y necesidad, pero antes, despojémonos de las ataduras que nos mantienen temerosos y maniatados de pies, manos, mirada y lengua.

Si no hacemos nada, nada tendremos… sólo lástima. 

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