SERIE LOS VALORES HUMANOS: EL COMPROMISO / Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Retomando nuestra serie sobre los valores humanos, hoy trataremos sobre el valor del compromiso, es decir de la palabra dada y tal como reza un proverbio chino “hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra dada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.”

El compromiso implica esa suerte de obligación contraída fundamentalmente ante nosotros mismos al relacionarnos con nuestro entorno. Para asumir una obligación de cualquier naturaleza, hace falta decidirse a hacerlo en uso de un cierto grado de libertad, pues caso contrario actuaremos por temor o dependencia del medio en el que nos desenvolvemos.

De ahí que este valor tenga entre sus cualidades: la libertad, ya que solamente nos podemos comprometer conscientemente con algo, si somos libres. Sin embargo, una persona puede adquirir un compromiso inconscientemente, pero al hacerlo así limita su libertad de elegir y actuar, porque toda obligación implica responsabilidad.

Por otro lado, corresponde revisar continuamente si cumplimos con nuestras responsabilidades y compromisos adquiridos, si hemos respetado nuestros pactos y si lo hemos hecho de manera correcta.

Delia Steinberg Guzmán, al hablar sobre este tema nos enseña que: “El compromiso encierra una sana dosis de orgullo por cuanto nos lleva a cumplir con una empresa elegida: un amor, una vocación, un trabajo, un ideal…

El compromiso desarrolla la voluntad porque nos ayuda a mantenernos firmes en aquello que escogimos.

El compromiso otorga la virtud de la fidelidad, ya que es imposible no amar y no ser fiel a lo que representa nuestra elección libremente aceptada.

El compromiso no es rígido, sino que, al contrario, por voluntad y por conciencia, nos obliga a corregir los errores que cometemos, con lo cual nos ayuda a ser elásticos, a movilizarnos por dentro y por fuera y a crecer en todos los sentidos.

El compromiso crea unión con aquellos que tienen los mismos compromisos y es una unión tan especial como para poder denominarla, sin temor, fraternidad, solidaridad, comprensión y concordia.

El compromiso nos pone metas, cada vez nuevas y más altas, a medida que alcanzamos lo que nos proponemos. Por lo tanto, la vida adquiere un sentido y una dimensión que de otra forma no tendría.”

En otro de sus artículos, esta gran filósofa menciona que en general las personas “suelen temer a los compromisos porque suponen que las promesas totales le quitan en cierta forma algo de su libertad. Pero ¿qué libertad se puede perder cuando no se sabe para qué se vive?…

Y entre dejar correr la vida en aras de una perpetua indecisión, en pos de un Ideal soñado, pero nunca concretado, más vale un compromiso sincero con la idea que resuma nuestros anhelos, aunque nos equivoquemos, aunque suframos, aunque tengamos que volver a empezar.”

Hoy en día, cada vez más la gente evita comprometerse, porque siente miedo de perder su independencia o salir perjudicado, pero esa forma de vida no es otra cosa que egoísmo personal y sometimiento a lo que el medio nos impone.

Deja una respuesta