¿Ser Padre? Gran Interrogante (I) / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

Terminemos el mes del padre meditando sobre su identidad y misión.

Tanto se han devaluado las cosas, los días y los acontecimientos que tenemos necesidad de dedicar un día «especial» para volver a valorar lo que tendría que ser un valor permanente y diario. Corremos el peligro, sin embargo, de devaluar hasta esos días especiales, Así acontece con los días cívicos, con las jornadas dedicadas al niño, a la madre y al padre, pues han caído en las garras del consumismo imperante y asfixiante de nuestra época.

Queremos, con ocasión del día del padre, volver a tomar la riqueza que encierra ese «estado de vida» de la gran mayoría de los hombres para encontrar nuevamente su verdadera dimensión y el alcance de su misión.

Ese noble estado de «ser padre» ha sido traducido de múltiples maneras que para aquellos que la viven, son buenas y justificadas. Aparece en muchos sectores de nuestra sociedad la figura de «papá económico». Es aquel personaje que se preocupa de no «hacer faltar nada» a sus hijos y a su esposa.

Es un personaje muy simpático que «hace otra vida», a loa suyos ni les falta, ni les sobra. El «papá económico» ha reducido sus obligaciones a un cumplimiento simplemente material. Por lo demás el no sabe de los sufrimientos internos del hogar, es exigente en la comida, en el vestir, siempre se le ve bravo y listo a «dar cosas», antes que a darse él mismo.

Por circunstancias de la vida, hay muchos hombres que han inaugurado el estado del «papá a control remoto». Son aquellos papás que brillan por su ausencia. Tienen tiempo para todo; para sus amigos, para sus diversiones, para sus viajes, para sus negocios y casi siempre, para los suyos están cansados, no tienen tiempo. Estos papás rigen sus hogares por «control remoto» y se sienten satisfechos porque han hecho una llamada, o han escrito una carta o han mandado lo que se les ha pedido, si están lejos. Son papás que quieren que en su «ausencia», nadie rompa sus leyes y ay si no les encuentra en casa cuando ellos regresan. Siempre ausentes, pero cuando están en casa eternamente exigentes y duros.

Existen también los «papás anónimos», es decir los papás que entre los suyos son desconocidos. Hay padres que nunca dicen nada, que nunca cuentan algo, están encerrados en su silencio. Están en casa, cumplen con todo y con todos, pero se parecen a los muebles: están allí, pero no se les siente.

Los hijos les conocen poco, no se quejan de ellos, pero no saben quienes son, que es lo que quieren, ni cuentan con ellos para algo. Parece que es ley de los «padres anónimos el dejar pasar, dejar hacer, no molestarse por nada y «saber cumplir», no dar motivo de queja o motivo para que se fijen en ellos. (O)

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