SEPTIEMBRE – 1830/ Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

En la capital de la antigua Presidencia de Quito, una Junta de Notables reunida el 13 de mayo de 1830. Resolvió separarse de la Gran Colombia y constituirse en Estado Libre e Independiente.

            Este no fue un hecho aislado puesto que la ambición política de los generales que dirigieron las guerras de la Independencia y comandaron las divisiones del Ejército Libertador determinó que cada uno se creía competente para desempeñar la presidencia de su circunscripción territorial y maquinaba con sus amigos la forma de desconocer la autoridad de Simón Bolívar y conformar su propio Estado.

            Entonces, se formaron tres estados pequeños, gobernados por militares económica, política y administrativamente débiles, sujetos a rencillas internas que impedían su propia consolidación nacional.

            En nuestro País, lo primero que se les ocurrió fue “encargar el mando Supremo de la República al general de División Juan José Flores hasta que se reúna la Convención Nacional para redactar la Constitución Política y nombrar las autoridades definitivas”.

            Y así fue, luego de la convocatoria respectiva se reunió la Primera Constituyente en la ciudad de Riobamba el 14 de Agosto de 1830.

            En menos de 30 días fue redactada y aprobada la Primera Carta Política de la República del Ecuador, la misma que fue entregada el 11 de Septiembre de 1830 y promulgada el 23 del mismo mes y año.

De acuerdo al desarrollo político de nuestro país en esa época y, en razón de la mayoría de legisladores que intervinieron en su redacción, esa Constitución fue totalmente conservadora, reaccionaria y atentatoria contra la dignidad del pueblo ecuatoriano.

Como se puede deducir, nacimos muy mal, ya que desde los inicios de nuestra vida republicana no han faltado regímenes dictatoriales en los que ha imperado la arbitrariedad o el despotismo, que se han burlado de los supremos intereses de la Patria que sufre la insoportable angustia de su tragedia sin poder encontrar jamás sanación para los siempre “inocentes” autores de ignominiosos delitos (afrentas), amparándose en la ingenuidad y la buena fe de quienes los eligieron.

            Al respecto, el Dr. Alfonso Mora Bowen expresa: “Seamos consecuentes con el idearium del alma colectiva de nuestro pueblo, generalmente traicionada por habitantes salteadores de poder que se entregan en su gestión a la obra nefasta y criminal de la compra venta de sus servicios al mejor postor convirtiéndose en verdaderos sicarios de la Patria y su destino”.

            Recordemos que nuestro supremo deber como ciudadanos es respetar y hacer respetar la soberanía del Estado por medio de la vigencia plena de la Constitución y las leyes de la República, cuya esencia radica en la soberana voluntad del pueblo bajo el imperio de la libertad, el derecho y la justicia. (O)

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