Semejanzas y diferencias / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


Pocos días separaron el acuerdo de paz entre el gobierno ecuatoriano y los dirigentes indígenas, con el estallido de violencia iniciado en Chile.  

La decisión de liberar los precios de los combustibles despertó la reacción popular.  Bloqueos y manifestaciones, de transportistas y luego de indígenas y campesinos, paralizaron muchas ciudades en el Ecuador. Los recuentos oficiales dejan como saldo diez fallecidos, centenares de heridos, más de mil privados de libertad, incontables bienes destruidos, millonarias pérdidas y una opinión pública polarizada.

En Chile, 30 pesos más en los pasajes del metro, encendieron la ira popular. Las famosas “evasiones masivas” fueron una primera expresión de inconformidad, cuando miles de usuarios accedieron al metro saltando los controles. Poco después empezó la revuelta. El saldo también es doloroso, 18 fallecidos, muchos heridos, encarcelados y bienes privados y públicos devastados.

Los dos levantamientos tienen coincidencias. En ambos casos, guardando las distancias, manifestantes, militares y policías actuaron con innecesaria rudeza; el toque de queda fue un instrumento pacificador ineficaz y las cacerolas sonaron como canto de desahogo.

Aun así, hay diferencias significativas. Para empezar, los indígenas reconocidos históricamente como clase pobre y muchos infiltrados encabezaron la marcha; entre los chilenos, los principales actores de la protesta pertenecen a la clase media; en el caso ecuatoriano, la base de la protesta estuvo en el paquete de exigencias del Fondo Monetario Internacional a cambio de un crédito y en el caso chileno, los manifestantes sostienen que la lucha “no es por 30 centavos, sino por 30 años” de desigualdad social.

La paz volvió al tiempo que el presidente cedió a las exigencias indígenas y de muchos ecuatorianos, en un acuerdo que dejó inconformes a otros sectores de la sociedad; en Chile, el presidente también retrocedió, pero la calma no llega; Lenin Moreno no se cansa de mencionar al expresidente, su maestro, mentor y examigo, como el culpable de los problemas que enfrenta el país; mientras, Sebastián Piñera, pide perdón y se inculpa por la falta de sensibilidad ante la realidad que vive su pueblo.

Los dos movimientos son parecidos, pero diferentes; dejan muchas incertidumbres sobre la forma de gobernar de Moreno y mantienen a Piñera sumido en una crisis que parece no tener salida. (O)

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